«No hubo tiroteo a los piratas»
El patrón y el capitán del «Alakrana» afirman a ABC que el Ejército no disparó a los corsarios que retuvieron 47 días a la tripulación del atunero, ni viceversa, a pesar de que Defensa insiste en que sí lo hicieron
Mientras el «Alakrana» navega rumbo a las Islas Seychelles, protegido por la fragata «Canarias» -la «Méndez Núñez» ya se ha ido-, los 36 marineros van descubriendo los últimos detalles de la versión oficial de su rescate, que rectifican desde la misma base. «Pongo la mano ... en el fuego. Nadie ametralló. No lo puedo asegurar categóricamente, pero al 99% lo cuento», comentó a ABC el capitán del atunero congelador, Iker Galbarriatu.
En una conversación de un cuarto de hora, relató que en la tarde anterior a la liberación, y el propio día de la entrega, había a bordo 63 personas armadas. «Cubrían todas las zonas por las que sospechaban que podría venir alguien, el ambiente era tenso, ya con ver a tantos se inquieta uno. Normalmente, había entre 19 y 30, y ahí, el doble. Así que empiezas a pensar... Irá todo bien, igual no... Cuando vimos que salían los últimos (en alusión a los corsarios somalíes), entonces nos dirigimos hacia la zona donde nos esperaban las dos fragatas con los helicópteros. Y ahí... No hubo disparos», subrayó.
Ricardo Blach, el patrón, se puso al teléfono y corroboró el relato del compañero vasco, con el que compartió 47 días de secuestro en el puente de mando. «¡Bastante trabajo tenían con custodiarnos para que no nos volviese a coger el otro pesquero que estaba ahí al lado, y que era de otro grupo. No hubo disparos». El más veterano de la dotación -se inició en la profesión a los 16 y tiene 59- se retira. De hecho, ésta era su última marea. «¡Y menuda despedida que he tenido, Dios mío!», remarcó. Contó a este periódico, antes de que se interrumpiese la llamada por la deficiente conexión, que los bucaneros del cuerno de África no les permitieron poner en funcionamiento las máquinas hasta que no abandonaron el barco todos los saqueadores. «Se pelearon incluso antes de irse, y con ese khat que toman, esa droga que es como el laurel y que provoca agresividad, parecían unas auténticas cabras», aseguró.
«Si es que siempre están drogados, y yo creo que borrachos también... Son tipos muy inestables, eran muchísimos, descerebrados totalmente, no son ni personas, ¡ni los animales merecen que los comparen con esta gente!, y... Nunca sabes por dónde te van a salir», añadió el bermeano, de 29 años, y con una década de experiencia en el mar. «Ricardo se va por la edad, y yo me imagino que habrá quien siga y quien lo deje. No quiero tomar una decisión en caliente, pero volver al trabajo, ¡por supuesto! No sé si al Índico, en principio sí, me dedico a esto», afirmó.
Galbarriatu recordó que los filibusteros en ningún momento soltaron las armas. «Estábamos encañonados, sobre todo en cubierta. Es más fácil enfrentarse a dos que a 34. A Ricardo y a mí nos tenían a mano, y hemos pagado un poco más esta situación», sostuvo ayer. No dudó en reconocer que la introspección es mala compañía, para luego clarificar su silencio informativo de mes y medio.
«No hablaba con los medios porque fue todo muy difícil. Costaba levantar el ánimo, cada vez que teníamos alguna noticia alentadora intentábamos sobrellevar esto. Agradezco el apoyo de la prensa, de las familias, y de la gente que ha seguido el proceso», acentuó. «Estando dos tanto tiempo, las conversaciones son muy limitadas, y hay un momento en el que ya no tienes nada que decir», agregó. Supo que el salvamento estaba próximo por la radio. «Con la excusa de que íbamos a escuchar el fútbol, oímos algo de la radio exterior; y luego nos dejaron llamar a casa. La última vez nos dijeron «venga, que falta poco», y pensamos que podía llegar pronto». «Estamos bien; un ATS atiende a los que están peor, porque a un africano se le murió la mujer», concluyó.
El relevo, listo
Un nuevo reemplazo partirá hoy desde Vigo. Antonio Costas, hermano de Pablo (marido de Silvia Albés), se incorporará el lunes. En su diálogo con ABC, demandó mayor presencia del Ejército. «Hasta ahora nos sentíamos muy solos y teníamos que hacer guardias nocturnas con las luces apagadas», lamentó.
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