Aprender a decir «no», una asignatura pendiente cómo superar el miedo a dar una negativa

Sólo son dos letras y, sin embargo, nos cuesta tanto decir «no», incluso en el trabajo... Mucho más ahora, cuando los temores ante posibles despidos o represalias cobran una fuerza inusual. ¿Quién se atreve a negarle un favor a su jefe, a un cliente o, incluso, a un compañero? «Normalmente, tendemos a dar una respuesta positiva por el deseo de agradar a los demás o, simplemente, por miedo a ofender», corrobora Emma de Llanos, directora del departamento de personas de la Escuela de Alta Dirección y Administración (EADA).
Pero antes de soltar un «no» a la primera de cambio conviene sopesar los pros y los contras de esa decisión, ver si interfiere o no en nuestras tareas y pensar en posibles alternativas. Lo positivo es que esta conducta se aprende, tal y como opina el psicólogo clínico Walter Riso, autor de «Cuestión de dignidad: aprenda a decir no» y «El derecho a decir no»: «Nadie nace predispuesto a ser sumiso, es algo que se aprende y que se puede cambiar».
El primer paso consiste en entender que «no se trata de una confrontación con nuestro interlocutor», expone de Llanos. Es decir, si se consiguiera evitar las interrupciones -«¿me puedes ayudar con esto?», «¿nos podemos reunir ahora?»...- o, al menos, posponerlas, redundaría en la eficiencia de ambas partes: «La mochila la podemos cargar [de favores o de tareas extras] hasta un cierto límite -apunta la experta de EADA-, pero cuando se desborda llega el estrés y la sensación de que no controlas tu propio tiempo».
Una vez asumida esta premisa, la clave reside en la actitud. En convertir la pasividad del «sí, por supuesto» en la asertividad del «puede ser pero antes...», eso sí, sin caer en maneras agresivas o radicales. Para Emma de Llanos se resume en escuchar al otro, priorizar y, por último, proponer soluciones alternativas.
Con la ley en la mano
Más allá de los favores, los nuevos proyectos o, incluso, los conocidos «marrones» que le pueden caer en suerte a cualquier profesional, y a los que se puede negar o no, hay aspectos que puede rechazar, eso sí, siempre con la ley -y con el contrato o el convenio colectivo- en la mano.
Juan Antonio Linares, socio del área laboral de Cuatrecasas, expone como primera regla que «el trabajador puede decir que no a todo lo que no esté dentro de su horario». Excepciones son los complementos de disponibilidad, de turnos de urgencias o los pactos relacionados con las horas extra. «Otra cosa es que esté mejor o peor visto», añade. La empresa tampoco puede hacer por su cuenta modificaciones sustanciales en el contrato (en turnos, remuneración, condiciones o movilidad geográfica), pero en este caso el estatuto de los trabajadores ampara en sus artículos 40 y 41 estos cambios si se deben a causas económicas, técnicas, organizativas o productivas que impidan la competitividad. «Aunque los contratos están para cumplirlos, ahora -apostilla Linares- las compañías sí tienen causas...»
Por último, el letrado afirma tajante: «En ningún caso, incluso en los que no necesitan causa, se deben aceptar cambios que sirvan de sanción o represalia por el ejercicio de derechos fundamentales». Por ejemplo, a una empleada embarazada o a alguien que haya tenido problemas con el jefe.
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