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¡Visca Guardans! ¡Mori Cambó!

QUE un nieto de Cambó se entrometa en política, no sólo es comprensible, es casi inevitable. Que le haga justicia a su memoria ya es otra «cançó». Monótona, vulgar, desafinada. Dicho con elegancia y caridad cristiana, Ignasi Guardans -representante en Estrasburgo del catalanismo áspero- no ... le llega a la suela del zapato a su ilustre antepasado. «Sic transit gloria mundi». Así, «de mica en mica», se agostan los linajes. ¿Es Ignasi Guardans un ejemplo notorio de lo que los franceses denominan «fin de race»? Averígüelo Vargas, exclamaban antaño en las Castillas cuando se planteaba un peliagudo interrogante. Y a fe que éste lo es, puesto que los asuntos de familia siempre son delicados. Es obvio, de entrada, que el tribuno de CiU no ha heredado la elocuencia del abuelo, ni la «finezza» expositiva, ni la capacidad de liderazgo. Como tampoco -¡ay- su distinción de caballero y su espléndida facha. «Sobre el crepúsculo de sangre coagulada de la tapicería del Congreso -escribía Josep Pla en uno de sus dietarios- la silueta de Francesc Cambó (impoluto chaqué, pantalones gris plomo, melón claro) componía una estampa inolvidable». Evidentemente, Pla, a sueldo de la Lliga, no escatimaba en adjetivos a la hora de alhajar al amo. Pero no es menos cierto que Cambó elegía con tino a sus turiferarios. Ignasi Guardans, por el contrario, sólo recibe elogios del «Avui» y de Pepiño Blanco. En ese aspecto, al menos, la degeneración es innegable.

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