Misión del Gran Poder 2021
Escucha, Sevilla, el Gran Poder es tu único Señor
La imagen arriada en la parroquia de la Candelaria intentando llegar a Santa Teresa se nos antojaba más fieramente humana, más abajada todavía para sentir que la lluvia desbarata los planes humanos

En la plaza de la Candelaria, en el intervalo interminable en que no se sabía cuándo iba a salir el Gran Poder después de volverse al templo, los niños seguían ajenos a todo columpiándose arriba y abajo en el parquecito infantil. En la plaza ... de Las Moradas –qué hermoso nombre para el castillo interior del que habla Santa Teresa–, unos niños disfrazados de esqueletos andantes como los protagonistas de las danzas macabras medievales entretenían la espera tirándose abajo por la resbaladera.
Y en ese doble juego infantil se reflejaba la ciudad misma, columpiándose con el vaivén de la llovizna y dejándose arrastrar por el tobogán del tiempo para aparecer en el mismo sitio 56 años después la víspera de Todos los Santos para enseñarnos la futilidad de la vida. ¡Cuántos de los que estuvieron ahí mismo en 1965 ya no están! ¡Cuántos de los que estuvimos anoche no estaremos dentro de otros 56 años! El columpio de los planes de vida desbaratados y el tobogán por el que nos acercamos a ese muro infranqueable que es el morir.
El Señor está en Santa Teresa, la parroquia madre de Amate en la que estuvo cuando las misiones generales de Bueno Monreal . Ayer, al filo de las nueve de la noche, era su sucesor Saiz Meneses el que presenciaba momento tan esperado: el Gran Poder entraba de nuevo en la parroquia mientras un simulacro de repique a dos voces de las dos campanas de su espadaña saludaba el acontecimiento. El aplauso, generalizado, subrayó el momento.
Llegar hasta ahí había costado. El hombre propone y Dios dispone. La hermandad se fio de los pronósticos meteorológicos y arriesgó para salir a las cuatro, cuando se suponía que la tarde mejoraba, para cumplir con el exigente programa que se había marcado: llegar hasta el Cerro del Águila y volver por el camino más largo.
Las grímpolas reliadas de la torre de la parroquia de la Candelaria no eran buen augurio; la palmera washingtonia al fondo de la calle se cimbreaba amenazante cuando, recién salido el estandarte, comenzaron a picotear en el rostro unos alfilerazos de agua muy finos pero capaces de deshilvanar lo que se había proyectado. Era apenas una llovizna imperceptible , pero suficiente para obligar a deshacer los pasos y esperar acontecimientos.
Estos se hicieron esperar. La junta de gobierno de la hermandad se fue imponiendo sucesivamente hitos horarios que tuvo que incumplir de manera sistemática porque la llovizna no amainaba y salir en tales condiciones era exponer imprudentemente la talla del Señor. Ahí empezó la catequesis, casi homilía, de este domingo trigesimoprimero del tiempo ordinario en que se proclama el Evangelio que el Gran Poder está predicando en su misión evangelizadora de 2021: el amor a Dios y el amor al prójimo. «Shemá, Israel» que rezan los judíos cada vez que tocan la mezuzá en las jambas de casa. Escucha, Sevilla, el Gran Poder es tu único Señor. Lo amarás con todas tus fuerzas, con todo el alma, con todo el corazón y con toda la mente. Estas palabras se las repetirás a tus hijos y las recitarás yendo de camino a su encuentro por las calles o postrado en una cama de hospital.
María, Patricio, Rodrigo o Bea podrán decir que estuvieron el día señalado en que el Gran Poder regresó a Santa Teresa y la mayoría de los que siguieron el recorrido apresurado podrán decir que tomaron una foto del instante. ¿Cuántos la pasarán por el corazón?
La imagen del Gran Poder arriado en la Candelaria esperando que escampara se nos antojaba más fieramente humano, más abajado todavía, kénosis admirable de quien se hace hombre para sentir que la lluvia desbarata en ocasiones los planes humanos , que las horas son convenciones sociales y que hay cosas que se nos escapan de las manos, lo mismo que el tiempo.
A los que estábamos allí se nos fueron al cielo tres horas mientras las nubes pasaban veloces, unas descargando sobre las azoteas de la Candelaria y otras apresuradas camino de Carmona. El ambulante que vendía los conos de merengues coloreados hacía sonar el claxon y el que vendía pulseras con la medalla a un euro estaba tan aburrido que preguntaba cuándo iba a salir.
El cambio de horario de invierno hizo que el Señor saliera de noche, como suele. Pero en el itinerario recortado se quedó sin cubrir la etapa del Cerro del Águila , ese pueblo que vive dentro de los límites de Sevilla: la junta de gobierno del Gran Poder había intentado salvar aunque fuera la visita para corresponder a la extraordinaria expectación que había levantado en la parroquia de los Dolores, donde las devotas aguardaban en los bancos del templo la llegada más esperada, pero fue imposible.
Finalmente, una representación de la hermandad del Cerro acudió a cumplimentar al Señor poco antes de su entrada en Santa Teresa, en la avenida de San Juan de la Cruz convertida en frontera entre ambos distritos. Aquella esquina, desde antes de las ocho de la tarde, tenía todo el aire de la plaza del Duque en plena Madrugada : familias enteras, inmigrantes andinas con sus bebés de paseo, vecinos del barrio, alguna saeta varonil y el humo de las castañas en vez del de los calentitos para animar la espera. Hasta se vivió un desmayo entre la multitud, atendido sobre la marcha en primera instancia por el concejal Flores –médico de profesión–, para que todo tuviera su correlato de la noche más hermosa.
Antes de que llegara la cruz de guía, un cono de ruan apareció atravesando Las Moradas. No era de ningún nazareno confundido, sino el disfraz de una chica con sombrero de bruja con otras dos amigas camino de alguna fiesta en la víspera de Todos los Santos, pero dicho en inglés.
El cortejo había avanzado a un ritmo más despacioso del que se había anunciado cuando el miedo a la lluvia hizo tirar literalmente por la calle del medio y ahorrarse metros y minutos a la intemperie.
Pero la entrada en Santa Teresa, se hizo esperar con la plaza en silencio, descontados el tintineo de campanas de la parroquia, el avión comercial en la curva de aproximación al aeropuerto y la barredora de Lipasam que venía limpiando la avenida con el nombre del reformador del carmelo masculino. El arzobispo Saiz, que se estrenaba en la delantera de una imagen devocional, impartía la bendición a los ancianos e impedidos arrimados en la primera fila para no perderse ni un detalle.
A las nueve de la noche, hora y cuarto después de su salida definitiva, el Señor de Sevilla había llegado a su destino último en esta misión. Allí oficiará hoy el arzobispo la solemnidad de Todos los Santos y de allí saldrá el viernes de vuelta, con parada en la Catedral, para proclamar a las multitudes que lo sigan la misma enseñanza que ayer domingo dejó bajo la amenaza de la lluvia: «Escucha, Sevilla, el Señor del Gran Poder es nuestro Dios, el Señor es uno solo».
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