'Naked Attraction': subasta de desnudos

Mi abuela siempre decía que a la gente se la gana por los zapatos, y es verdad que en 'Naked Attraction' todo empieza por abajo, pero sin ropa y no tanto. Expuestos en cabinas, cada una de un color, se subastan los desnudos de seis participantes. Como el barrio rojo de Ámsterdam pero con Marta Flich entrando al detalle. «¿Te gustan grandes, más pequeñas... o manejables?», pregunta a una mujer, que para ser crupier, esconde bien poco sus cartas. «El tamaño no importa pero el grosor sí». O «mejor manejable, luego si no te lo tienes que comer como un Frigopie». Los gustos, claros y por delante. Cegada por los fosforitos y el color carne, no vi venir el ingenio de los guionistas: «Bueno, tú tienes habilidad con las manos». Pobre Marta, incómoda con su ropa de gala y soltando bromas fáciles, o guiando, por si acaso se despista entre tanto mercado, a la cámara: «Mirad, mirad, no os olvidéis del tatuaje». Zoom al pubis, con unos labios en rojo marcados.

El análisis de los candidatos es extenuante. Se giran, se agachan. Bailan, se tocan. Claro que, cuando les dejan hablar, algunos se callan. Ya se sabe, hay genitales más elocuentes que personas. Ha hecho mucho ruido, y algunos piden su retirada olvidando que ya se desnudaban en otros programas, que ya hubo una España del destape, que ya venimos curados de espanto. Más que escandaloso, 'Naked Attraction' tiene mucha coña. Después de mirar y mirar de la cintura para abajo, va una chica y dice, al rechazar a un hombre desnudo tras verle ya la cara: «No hemos conectado con los ojos». Imposible mirarlos.

En el programa hay poco pelo y mucho tatuaje. Si el discurso es ser naturales, no habría, por ejemplo, tanto maquillaje... en algunas partes.

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Con tanta chicha, cuesta entender por qué resulta todo tan abigarrado. Artificial, frío. Impostado. Quizás porque no se le presta atención a lo mejor de 'Naked Attraction', que no son los desnudos, sin censura, integrales, sino las conversaciones, prosaicas. Al ver el color de la piel de un mulato, una señora suelta: «Este es extranjero, no es español». Como si no hubiera negros en España. «Yo soy como Christian Grey pero más suave», se define la mujer. Claro que a ella, en vez del cuero, le gusta «que no tengan poca picha».

Algunos los prefieren, curiosamente, vestidos: «Qué rollazo con ropa». Y otros, claro, se fijan en lo que hay debajo: «Si es una vagina, es una vagina, me gustan todas. Eso sí, que no lleven pelo». Tranquilo, vienen depiladas. Hay uno que dice que no es «el David de Miguel Ángel» sino «un poco más de Rubens» y le eliminan... por poner morritos. El tamaño no importa, ya saben.