La afición española se marchó a los vestuarios cuando Qatar consiguió su pase a cuartos, descansó cinco minutos, dejó las camisetas blancas y granates húmedas por el sudor y salió con otras nuevas, las amarillas y rojas. Sus ánimos a la selección se disiparon pronto entre los pitidos y los gestos, parecidos a los de "fuera, fuera", que llegaban de las gradas tunecinas, encendidas desde hora y media antes de que comenzara el encuentro. Túnez, en afición, jugaba en casa.
No se oyó ni el pitido del árbitro cuando trataron de frenar a Cañellas en el primer ataque español. Pero enmudecieron cuando su disparo desde el exterior puso el 1-0 en el marcador. También acalló el clamor la defensa y Pérez de Vargas, un gigante en este Mundial. España logró un parcial de 3-0 a los primeros cinco minutos. El juego colectivo funcionaba y obligó a Túnez a pedir el primer tiempo muerto. España, todavía disfrazada de qatarí en algunos asientos, llevó la voz cantante.
Despertó la fiera dormida casi en el minuto 8, primer gol tunecino, la defensa española funcionaba a la perfección ante los dos pivotes que sacó de inicio Sead Hasanefendic. Y en ataque, las combinaciones daban resultado con un Raúl Entrerríos que por fin se mostró como lo que es, el capitán, el cerebro y el fino estilista en los pases.
El arreón inicial permitió tener unos minutos tranquilos, no pesaban los ataques desaprovechados porque bien Ugalde bien Entrerríos supieron leer con ventaja los pases tunecinos para cortar, correr y marcar. La dinámica al alza de la que hablaba Manolo Cadenas inspiró a Ugalde, veloz por el extremo, definitivo al remate. El "Yo soy español" invadió el Lusail cuando el descanso impuso un 18-9 para la selección capitaneada por Entrerríos.
Afinó Túnez la defensa en a segunda mitad. A España se le cansó un poco el brazo. Maggaiz, portero rival, envalentonó con sus paradas a la afición, que volvió a demostrar su superioridad en número. Cadenas frenó el ritmo con un tiempo muerto, orientó de nuevo las jugadas, reunió otra vez la confianza.
Superados los minutos de bajón en los que los lanzamientos se quedaban en las manos de Maggaiz o en las decisiones arbitrales, Pérez de Vargas, Antonio García y Víctor Tomás tomaron el relevo de Ugalde. La diferencia de diez goles era mucho mayor en el ritmo de juego, als ideas, las carreras, la efectividad en la vanguardia, el bloqueo infranqueable atrás. España supera el primer escollo con una demostración soberbia de concentración defensiva. Esta España se lo cree y se lo hace creer a la afición, que enmudeció a todo un pabellón con sus "olés, olés, olés".
