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Algazara por Bonaval
La Plataforma Salvar Bonaval organiza una ruta guiada al monasterio de Retiendas para pedir su recuperación

Una mezcla de tomillo, musgo y demás aromas silvestres acompañaron durante todo el recorrido a los asistentes a la ruta guiada en torno al Monasterio de Santa María de Bonaval. Medio centenar de personas acudieron a la cita, convocadas por la Plataforma Salvar Bonaval, que en unas semanas cumplirá un año de andadura y que no pierde la esperanza de que el Gobierno de Castilla-La Mancha lleve a cabo el apuntalamiento de sus muros para consolidar lo que queda en pie.
La primera parada tras comenzar la ruta fue en los restos que quedan, cercanos al monasterio, de la ermita de San Alejo, apenas visibles ya. Francisco Martín, integrante de la Plataforma y guía en esta excursión, cuenta que ya estaba en ruinas en el siglo XIX, pero no se sabe si por la Guerra de la Independencia o simplemente por dejadez.
El viaje prosigue por un sendero paralelo al que lleva al monasterio, pero de más altitud, desde el que divisar el paraje: la zona donde se encontraban los huertos de los monjes, los robles y quejigos, el color de las cárcavas, la Peña Pareja y el sonido del agua durante casi todo el recorrido del río Tiendas. Lugar ahora en plena ebullición primaveral y que podía haber sido reducido a la construcción de un pantano, ocultando el monasterio, proyecto que fue abandonado en los años setenta. «Al final no se construyó, unos dicen que fue porque el suelo es Kárstico, otros que al canal Isabel II ya no le interesaba, otros dicen que fue por problemas ecológicos, aunque en los años 70 no había conciencia ecológica, y otros que simplemente el furor por los pantanos se terminó, aunque puede ser una mezcla de todas», cuenta Paco. Lo cierto es que tampoco se hizo el que estaba proyectado para Matallana, brindándonos hoy la oportunidad de poder disfrutar de un entorno excepcional.
Llegada a Bonaval
El enclave para Bonaval fue elegido por los monjes de la orden Císter por su tranquilidad, por ser un entorno muy recogido, con abundancia de tierra, caza (se decía en el siglo XIV que era zona rica en osos y ciervos), y de la piedra necesaria para la construcción del monasterio en 1164, en pleno reinado de Alfonso VIII. Naturaleza, recursos, belleza,… pero no acaba ahí la magia del monasterio y su entorno.
«Por aquí hay censadas más de 100 cuevas, 60 de importancia, con pinturas del Paleolítico superior y del Neolítico, aparecen rinocerontes lanudos, leopardos, dientes de sable, bóvidos, vacas, ciervos, hay 19 pinturas reconocidas y otras más pequeñas», explica el guía de la ruta, «están cerradas al público y se siguen investigando».
El camino prosigue hasta el molino, cuya agua se aprovechaba para regar las huertas y levantado con sillares y restos del monasterio, sobrantes de su última remodelación en el siglo XVI, cuando pasó a ser una residencia para monjes. Entre anécdotas, leyendas y tras una apacible comida en la pradera cercana al punto donde se juntan el Tiendas y el Jarama, los asistentes a la ruta llegaban a las imponentes ruinas, última parada en la ruta.
El derrumbe de la historia
«El monasterio cuenta con dos partes diferenciadas, la más antigua y la moderna. Ésta, de peor calidad, se vino abajo en el 2011», comenta Paco. Lo que queda en pie nos muestra una deliciosa arquitectura, con capiteles con motivos geométricos y florales, y con marcas de que alguien intentó cortarlos para llevárselos. También podemos distinguir desde el vallado que se colocó tras el derrumbe, las distintas capillas y la ubicación de la escalera de caracol, así como localizar dos de los tres relojes de sol que hay grabados en sus muros. Los datos se suceden en las explicaciones, apoyados en la tesis doctoral «El Monasterio Cisterciense de Santa María de Bonaval», de Francisco Jurado, dándonos idea de la importancia del lugar y la necesidad de su conservación.
«La plataforma lo que está pidiendo es un S.O.S. para Bonaval, exigir que lo que hay se consolide, que no se venga abajo, que se permita visitar, y podamos disfrutar entre todos de esta joya, ni más ni menos. Es un proyecto de 70.000 euros, que no es tanto», explica Paco. La última vez que esta petición se hacía llegar a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha era hace apenas una semana, cuando el Grupo para la Defensa del Patrimonio Histórico-Artístico de Guadalajara, perteneciente a la Plataforma, volvía a remitir un escrito pidiendo celeridad en el asunto.
Poco a poco se siguen sumando voces a esta petición de hace ya años. No falta la ilusión de que se vuelva a escuchar la felicidad desde dentro de sus piedras al admirar su interior y de que vuelva el silencio renovado, el del descanso definitivo al ver sus muros y bóvedas ya aseguradas. La paciencia y quietud del monasterio hasta ahora y la constancia de sus luchadores, lo merece.