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babilonia en guagua

Burbujas alegres en el Paraíso

Y la causa de nuestros males nunca está aquí. El mal está en Madrid, Bruselas o en Wall Street. O en el Frente Malabar

gustavo reneses

En estos días azules de octubre, la vida sigue transcurriendo en Canarias entre lágrimas, unas de impotencia y otras de prepotencia. Entre ambas, la potencia, el único motor que nos puede alejar de esta situación de ñoñería en la que estamos apoltronados, sigue sin estar presente, quizás tontamente olvidada en algún rincón de nuestro corpus ideológico.

Decía un señor que de letras sabía algo, un tal William Shakespeare —no confundir con Willy Toledo ni con Willy García—, que “el sabio no se sienta para lamentaciones, sino que se pone alegremente a trabajar para reparar el daño”.

Con esa hoja de ruta, nuestro presidente en jefe se sentará próximamente con el comisario europeo de Política Regional, Johannes Hahn, en la isla de Reunión para lamentarse formalmente ante la Unión Europea por el “maltrato” del Gobierno de España para con nuestros terruños patrios del Atlántico medio.

Durante la última sesión de control en el Parlamento regional, su escudero José Miguel Barragán, anunció que dejará en evidencia al Gobierno de España ante “el atropello”, al que, se supone, que está sometiendo a nuestras islas. Las tesis nacionalistas insisten en que se han detraído 300 millones de euros a Canarias para “dárselos a otras regiones”.

Obviamente la alegría a la que se refería Willy —el británico— no es la balompédica, a la cual precisamente ya hay destinada una morterada de euros para mayor gloria del abnegado pueblo canario y la del propio Willy —el nuestro—; también hay otras percepciones y acepciones de alegría. El problema es cuando el concepto alegría se usa de forma caprichosa.

Como por ejemplo gastar alegremente en retransmisiones por internet de nuestra RTVC; gastar alegremente en subvenciones a dedo en la “octava isla”; gastar alegremente en una elefantiásica administración regional copada por cargos de confianza para trabajos varios; gastar alegremente en empresas públicas que le hacen competencia desleal a la iniciativa privada; o gastar alegremente saliva para posponer la Ley Electoral canaria para el próximo siglo.

Cuanto menos se ilusiona a las personas, más capacidad de felicidad tienen, decía un proverbio budista. El problema es que en Canarias hay muchos ilusionados, tantos como ilusionistas. Y la causa de nuestros males nunca está aquí . Nuestros males están lejos, muy lejos a donde nunca podríamos llegar caminando. El mal está en Madrid, Bruselas o en Wall Street. O igual está en el Frente Malabar. El problema no puede existir aquí porque, si así fuera, cualquiera podría descubrir a un nuevo mago de Oz escondido en una máquina tan compleja como ficticia.

A fin de cuentas todas estas burbujas de humo se irán disolviendo en la atmósfera cuando se compruebe su endeble arquitectura . No hay problema entonces, nuestros peones ya están trabajando afanosamente en ello. Hay que mantener la estructura al precio que sea.

Buenos días, y por si no volvemos a vernos: Buenos días, buenas tardes y buenas noches.

Burbujas alegres en el Paraíso

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