opinión
El Hotel Taoro, crónica de un olvido
Hoy solo podemos observar un inmenso inmueble que se resiste a abandonar este mundo, pero que poco a poco desaparece

El siglo XIX representó para el Puerto de la Cruz una etapa en la que se crearon toda una serie de infraestructuras que permitieron alojar a los primeros turistas que se aproximaban hasta la ciudad. Una ciudad que comenzaba por entonces a despegar en torno a una actividad económica que acabaría siendo la principal en Canarias.
Envejecido por el transcurrir de los años y borrado de la memoria para la mayoría, resiste el hotel Taoro como recuerdo de otra época, acaso más gloriosa.
El hotel Taoro constituiría el más importante de cuantos hoteles se levantaron en Tenerife durante el siglo XIX. El arquitecto francés Adolph Coquet (1841-1907) sería uno de los impulsores en su construcción, quien diseñó los planos del interior y exterior del edificio. Se trabajó sobre una orografía irregular que ofreció toda una serie de problemas en cuanto a la cimentación, al encontrarse situado sobre una meseta saliente del conocido como «Monte Miseria».
El Gran Hotel Taoro tuvo su origen en la fusión de dos sociedades hoteleras y el 11 de abril de 1886 nació la Compañía de Hoteles y Sanatorium del Valle de la Orotava. En sus inicios recibió también el nombre de The Orotava Grand Hotel Company Limited siendo su capital social de 20.000 L.E. —medio millón de pesetas—, repartidas en mil acciones de 20. L.E.
Lo cierto es que el hotel Taoro a pesar de la privilegiada situación donde se encontraba, con vistas impresionantes al Atlántico y de la belleza arquitectónica que el inmueble representaba, no llegó a tener éxito.
El año 1929 marcaría de nuevo al hotel por el incendió que allí ocurrió en una de las alas del edificio, donde se desarrollaron luego medidas de recuperación impulsadas por el Mando Económico. Un hecho más que se venía a unir al declive del hotel que poco a poco lo iba convirtiendo en un inmueble cada vez menos rentable.
Entre los años 1979 y 2006 funcionó bajo el término de «Casino Taoro», tal vez una mejor solución frente a la situación que presenta actualmente, tras el traslado del Casino al Lago Martiánez por razones estratégicas y el posterior abandondo del hotel. Un cierre que actualmente ofrece una imagen penosa de un inmueble que se cae a trozos, y con ello una parte importante de la historia del turismo en Canarias.
Mientras tanto, sigue la agónica espera para que se pueda conseguir una funcionalidad a un inmueble que ya desde su inauguración representó una construcción atípica.
Se han manifestado algunas ideas de cómo poder aprovechar tal construcción, sobresaliendo entre ellas la idea de transformarlo en un establecimiento alojativo de cinco estrellas ligado a la salud, la belleza y el descanso como fórmula alternativa al turismo de sol y playa. Para otros, debería regresar al inmueble el Casino de juego, una iniciativa que podría derivar en una rehabilitación del edificio.
El Cabildo Insular de Tenerife ha intentado en múltiples ocasiones sacar a concurso el inmueble, pero no se ha presentado ninguna oferta que pudiera hacerlo rentable. Actualmente, de manera provisional en tal espacio se ubican las oficinas y dependencias del Consorcio de Rehabilitación Turística.
En definitiva, hoy solo podemos observar un inmenso inmueble que se resiste a abandonar este mundo, pero que poco a poco va desapareciendo. Al estado lamentable del inmueble se unen además la presencia de jardines descuidados, una mala iluminación, etc., una sensación total de abandonado en un espacio que no ha merecido —ni merece— sufrir tanto.
Se habla mucho, pero se actúa poco, y el edificio presenta hoy un estado muy lejos de lo que representó en el pasado, mientras vemos con envidia cómo otros inmuebles de menor importancia e impacto histórico son rehabilitados. El hotel Taoro merece un futuro mejor. ¿Hasta cuándo su olvido?
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