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El empecinado

DE este Zapatero de nuestros pecados se puede decir lo mismo que de aquel personaje del cuento, que era un general tan valiente, tan valiente, que no se rendía ni ante la evidencia.

No se comprende el invencible empecinamiento de Zapatero en negar la identidad entre Batasuna y la EHAK o Partido Comunista de las Tierras Vascas. Ni siquiera los gritos de triunfo de Arnaldo Otegui manifestando que la ilegalización de Batasuna ha sido derrotada, y la petición de las «tres gracias» representantes de la EHAK al lendakari para que éste se comprometa a trabajar en favor del levantamiento de la ilegalización, le parecen a Zapatero indicios lo bastante elocuentes, por más que se sumen a los muchos que él, mejor que nadie, conoce.

La petición de EHAK tiene bemoles, porque se hace en vísperas del debate de investidura, y los votos comunistas-batasunos-etarras son decisivos para la elección de Ibarreche (29+9). O Ibarreche deja claro que él está a favor de Batasuna, o peligra el sentido del voto de los nueve representantes de ETA. No es que esos votos sean precisamente una condecoración democrática. En un político verdaderamente demócrata, serían votos indeseables, rechazables y rechazados. Aceptar esos votos y aprovecharse de ellos para ocupar la presidencia del Gobierno vasco supone no sólo el suicidio para la democracia, sino la inmersión total en la indecencia política.

Si esos nueve votos etarras se cuentan y sirven para elegir de nuevo lendakari a Juan José Ibarreche, se verá aún más claramente que ahora, si tal mayor claridad fuese posible, el incomprensible empecinamiento de Zapatero. Si no ve que EHAK es Batasuna y por lo tanto ETA, es que está ciego. Y si lo ve y sigue en sus trece, es un perseverante en el error. Y seguramente es un perseverante adrede, un perseverante voluntario, con premeditación, alevosía y todas las circunstancias agravantes.

Porque la única explicación que ofrece la lógica a la perseverancia de Zapatero en el error es que la legalidad del PCTV sea la condición «sine qua non» de un pacto con la banda etarra. Un pacto, más o menos directo o al través de intermediarios, como precio para una tregua, para el comienzo de una negociación o para sabe Dios qué. Por de pronto, y para reforzar esa supuesta negociación, los etarras han empezado por robar cuatro toneladas de explosivo. Ya se sabe que esa gente prefiere negociar con la pistola encima de la mesa, que en este caso es metáfora para aludir al explosivo guardado en su santabárbara francesa.

Las «tres gracias» (mejor diríamos las «tres parcas») que han ido a visitar al lendakari en funciones le han planteado en realidad un dilema: o te inclinas pública y descaradamente a favor de Batasuna y ETA, o no tienes nuestros votos, porque son los votos de ellos. Así de sencillo y así de terrible. ETA ha conseguido meter nueve «delegados» en el Parlamento vasco. Y este hecho alarmante encuentra al divino Zapatero iluminado de talante y sonriendo, sonriendo, sonriendo.

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