Alto voltaje
«Alraune» es una oscura película alemana de Birgitte Helm sobre el poder devastador de la sexualidad precoz femenina: ¿Pero no ves el daño que puede hacer una sonrisa?, le dice un turbado varón a la voraz chica-mandrágora. Casi un siglo después, y desde coordenadas culturales muy diferentes, «Lila dice» plantea una ecuación similar que podría resumirse en la frase: Lolita propone y el machismo dispone. Basada en una novela de autor anónimo que al parecer ha sido éxito de ventas en varios países, ha sido dirigida por Ziad Doueiri, un libanés afincado en Estados Unidos, en donde fue operario de Tarantino, si bien aquí no se le nota nada, pues se muestra más dotado para la sugerencia sexual que para la violencia gráfica.
Rodada en Marsella, ciudad con alto porcentaje de población árabe que a Doueiri le recuerda a Beirut, la película plantea un choque cultural del que sólo pueden saltar chispas. Su Lolita es una rubia desinhibida y particularmente deslenguada (la interpreta con total elocuencia física y verbal una actriz que responde al nombre... chocante de Vahina Giocante) que se plantea un juego de seducción a la vez rotundo y sinuoso, muy literario por tanto, con un chico de origen árabe.
Raro voltaje erótico
Y el machismo es menos el del chico, más confuso que otra cosa ante los avances de la chica, que el de su pandilla de amigos del barrio, para los que la sexualidad provocativa de Lila supone una especie de reto al que sólo saben responder con eso que llaman violencia de género.
Pero antes, la película explora el hermoso (des)encuentro entre sus dos protagonistas en una serie de escenas intensas y tristes a veces, de raro voltaje erótico y admirablemente observadas.
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