El Barcelona no se reconoce
Lo mejor para los azulgrana fue el empate después de un pésimo primer tiempo
Parafraseando al gurú holandés que domina el entorno, que nadie se lleve al engaño. La eliminatoria, pendiente de la vuelta en el Camp Nou, destila un claro color azulgrana, pero no hay motivos para el festejo más allá del resultado. Empató el campeón por amor propio, por un arreón después de pasarlas canutas ante un rival que evidencia que en la Liga de Campeones no es apropiado desmerecer a nadie. El Stuttgart lo hizo todo bien en la primer parte y acorraló al Barcelona hasta el extremo, aunque se olvidó de noquearle cuando le tenía contra las cuerdas.
No se recuerda semejante repaso al Barcelona. El Stuttgart le pintó la cara en el primer acto al equipo de Guardiola, irreconocible una vez perdió el control del balón a partir del minuto veinte. Hasta entonces, manoseo improductivo de la pelota para tranquilidad del cuadro germano, que por momentos pareció un portento. Hay motivos para preocuparse en el Barça ya que enlaza tres tardes tontas y cualquier día se rompe el hechizo. Delicioso su fútbol en el último año y medio, ha dimitido sin motivo aparente y ya los enemigos le empiezan a descubrir sus defectos.
Fue una versión azulgrana a cámara lenta. Ni siquiera le valió la recuperación prodigiosa de Xavi, el volante de una medular atascada y carente de ideas. Tampoco bastó que el tobillo de Ibrahimovic abandonara su aspecto de patata y estuviera de inicio en el equipo. El sueco, pese al gol, sigue en su mundo, lejísimos del sensacional futbolista que se presentó a todas las fiestas del principio de curso. Y mejor no hablar de la defensa, contagiada al completo por la torpeza de un Márquez desenmascarado ante la velocidad de Cacau. Ni siquiera Piqué y Puyol fueron capaces de tapar sus vergüenzas mientras Pogrebnyak, el irreconocible Hleb o Molinaro, aquel defensa que gustaba en el Atlético para el mercado de invierno, combinaban a sus anchas, libres de espacio y sin apenas presión rival.
Lo mejor del primer tiempo fue el resultado, sostenido por un Valdés abandonado a su suerte en la jugada del gol ya que a Puyol se le olvidó cerrar como obedece ese tipo de acciones. Un único tanto de Cacau no hizo justicia al excelente trabajo del Stuttgart, tan crecido que dispuso de un par de oportunidades clarísimas y que reclamó dos penaltis con aparente motivo. En su portería apenas sufrió salvo en una intentona de Messi que Lehmann despejó como pudo con tan buena suerte que el palo se alió con él.
Obligado a desperezarse, el Barça se cambió de traje en la reanudación y le ayudó una barbaridad que pronto nivelara el duelo gracias a Ibrahimovic, quien necesitó dos disparos a bocajarro para dignificar su sueldo. Con el resultado conveniente, el Barça no quiso más y el Stuttgart perdió su ángel para hacer del segundo acto un trámite que derivó en un pacto de no agresión. Hasta el árbitro colaboró al ignorar una doble mano, esta vez en el área alemana. Primero controló Ibrahimovic de forma ilegal y Molinaro le imitó salvando un tanto cantado. Empate y muchas gracias.
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