PROGRAMA CERVANTINO DOBLE
En el gran capítulo de las conmemoraciones del IV Centenario de la primera edición del «Don Quijote» cervantino, la música (y no solamente la española) habrá de constituirse en una colaboración sobresaliente. Y un gran ejemplo supone la que aporta el Teatro de la Zarzuela, con su programa doble que incluye la comedia lírica en un acto, del gran músico de Villena Ruperto Chapí, titulada explícitamente «La Venta de Don Quijote» (posterior a un scherzo sinfónico sobre el mismo tema), que es obra de cuidada escritura, nada fácil de resolver en momentos, unida al portentoso «El retablo de Maese Pedro», cuando Manuel de Falla comenzó a experimentar sobre la resonancia de los armónicos, y que deduce del librito adquirido en la Cuesta de Moyano madrileña, original del francés Lucas. Programa, pues, importante y preciosamente realizado en nueva producción del coliseo de la calle de Jovellanos.
La función, entretenida como más no cabe, destaca en primer lugar por su juego escénico: pleno en la luz y en el color, atinado en los figurines (muy en particular en «El retablo»), con una coreografía tan adecuada como árida en su resolución, porque ahí es nada mover el cuerpo humano obligado por el mecanicismo rígido de los muñecos; las sugerentes aspas de los molinos (cuando «La venta») vienen a ser como un leit motiv escenográfico... Y si le añadimos la demostrada competencia, gesto de plasticidad y comunicativo mando de la batuta de Lorenzo Ramos perfectamente obedecido por los profesores de la Comunidad de Madrid y los cantores del Coro Titular del Teatro, y a su altura un ballet tan gracioso como de indudable valía plástica, tendremos las principales bazas de un haber artístico de muy especial categoría.
Estas líneas tienen una obligada extensión. Sería injusto no referirlas al protagonismo del «Don Alonso» y «Don Quijote», vivido por el barítono Enrique Baquerizo, si acertado como bien compuesto actor, excelente también como cantante; el «Trujamán» del sopranista italiano Flavio Oliver, asombroso por su perfección. Y les sigue toda una relación de un elenco de categoría, la dada por la dirección escénica de Luis Olmos, tan bien asimilada como para justificar el merecidísimo triunfo de una jornada que recordaba especialmente a las familias de las víctimas del 11-M, en la coincidencia de tan terrible fecha
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