Verde crece la yerba
Nacieron en Méjico, pero viven en California, con los gringos, que es nombre de botín, pues los mejicanos llaman «gringos» a los yanquis desde la guerra del 47: los soldados yanquis, que se amanecían cantando «Green, grows the grass», se quedaron con California, y, a cambio, los oídos mejicanos, que oían crecer a la yerba, se quedaron con ese estribillo, que, allanado de prosodia, triunfó como mote.
Los Tigres del Norte llegan hoy a Madrid como reyes del «narcocorrido», que es una suerte de lírica relajienta, frente a la lírica cantinera -la lírica de toda la vida- de José Alfredo Jiménez. Son relajientos porque no resultan apretados, aunque tampoco su lírica puede escapar a la ley universal de la conciencia, que es la intencionalidad, y algunos de sus corridos, verdosos y descompuestos como un ex voto, los tienen prohibidos en Méjico, pero ellos dicen que es real todo lo que cantan, que no es decir mucho, puesto que, en Méjico, el sentido de lo real escapa siempre a cualquier sentido de lo imaginario.
Medio centenar de intelectuales mejicanos han denunciado por «corrupción cultural» a la Secretaría de Educación Pública de su país, que ha excluido de un plan de fomento de la lectura, además de a Homero y a Cervantes -Méjico es tan español, que muchos mejicanos hablan mal de España-, a Sor Juana Inés de la Cruz, a Octavio Paz y a García Márquez. «Como si el escolar mejicano, carente de historia y de entorno cultural, fuera un niño globalizado», suponen, echados a tristear, los denunciantes, que no tristean ni suponen mal, porque un niño globalizado es, para entendernos, cualquier niño español que este año haya de memorizar, por ejemplo -y por imperativo legal (Educación Secundaria Obligatoria)-, este texto brutal: «El complemento de régimen (CR) es siempre un sintagma preposicional que viene exigido por un verbo predicativo al que completa su significado.» (Lengua y Literatura, Edebé). Globalizado es, desde luego, quien lo escribe, mas tonto también, que también es globalizado, ha de ser quien lo enseñe, pero todavía más globalizado y más tonto será quien se lo aprenda.
Esa pedantería del complemento de régimen, más que una definición escolar, parece una fantasía de Hegel, que por algo William James pensaba que todos los pedantes acaban convirtiéndose en hegelianos. No digo que no existan niños que hayan leído a Hegel y que, por el principio de que lo real es lo racional, piensen que eso del complemento de régimen, puesto que existe, es lo mejor para aficionarse a la literatura.
Los míos, en cambio, arguyen que, puesto que esa definición es patentemente irracional, no puede ser del todo real, y piensan que mi obligación de padre es proporcionarles algo más real en su lugar. Les he dado el recorte periodístico con la noticia de que María Félix no murió envenenada, según las conclusiones de un proceso de exhumación costeado por unos familiares desheredados. «La posibilidad de una muerte natural es alta, aunque no por razones cardiacas», ha sido el dictamen de los forenses.
En vida de María Augusta, como la llamaba el Indio Fernández, los periodistas, el gremio que ahora la confunde con una cantante, ya creían que María se desayunaba diariamente con un vaso de sangre caliente de toro. «¿Qué hay de cierto en eso?», le preguntaron un día al Indio. Y el Indio respondió: «¡Lo más hermoso que tiene María es que estalla! Como la gente no sabe cómo justificar ese ímpetu, dicen que bebe sangre, cuando a María, para ser lo que es, le basta con desayunarse una uva.»
Nuestro destino, hoy, Once de Septiembre, es cruel. En medio del mar silencioso está la pradera fatal, pero, como vamos resueltos a perdernos, las sirenas no cantan para nosotros.
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