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Relevo en el Principado

Relevo en el Principado

El puesto de Mónaco en la geografía mundial del lujo, el ocio, los placeres y las más discretas finanzas requiere unas intrincadas relaciones de poder, influencia y proyección en la escena internacional que Alberto II, príncipe soberano, y sus hermanas, las princesas Carolina y Estefanía, se reparten con la sabiduría de una familia que lleva más de cinco siglos defendiendo su libertad contra poderosos vecinos.

Mónaco ha estado muchas veces al borde del precipicio de la desaparición, como consecuencia de devastadores conflictos de sangre, guerra y destrucción. Pudo desaparecer durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Alemania soñó con apropiarse del peñón. e Italia y Francia estuvieron a punto de ocuparlo. En ruina financiera, Mónaco todavía tuvo que escapar de la avidez de tiburones financieros. El príncipe Rainiero prolongó la herencia de sus antepasados, volviendo a dorar los blasones de su reino, con un brío empresarial absoluto y un matrimonio ideal, con Grace Kelly, que alimentó cerca de medio siglo de crónica rosa mundial.

Príncipe soberano desde hace casi cinco años, Alberto II lanzó el gran proceso de reforma y «refundación» de Mónaco: ampliación hacia el mar, creación de un museo nacional, presencia en las grandes instituciones internacionales, negociación de un nuevo estatuto financiero, reforma de la fiscalidad nacional (para adaptarse a unos códigos de conducta denunciados por la OCDE), reforma institucional y... posible matrimonio con una nadadora famosa, Charlene Wittstock.

Pero la crisis financiera mundial también afecta a Mónaco. Y muchos de esos proyectos han sido aplazados o escalonados en el tiempo. El joven deportista se ha transformado en un hombre de negocios, con intereses bancarios que es imprescindible negociar en Nueva York, Londres o Frankfurt. La alta diplomacia también roba mucho tiempo. Y el matrimonio anunciado entre el príncipe Alberto y su prometida terminará haciéndose realidad.

Mientras tanto, los negocios del lujo, el ocio, el recreo y los placeres requieren inversiones masivas y permanentes. Y una gran empresa como Mónaco, con intereses inmobiliarios mucho más allá de sus exiguas fronteras (en Marruecos, por ejemplo) no puede permitirse el lujo de una imagen de «transición», con un príncipe que ha perdido la silueta del joven deportista y una princesa (Estefanía) cuyos aires sulfurosos no dan siempre una imagen ideal.

Fotos de Hannover en Tailandia

Así las cosas, Carolina asume un puesto que nunca abandonó del todo y catapulta a la escena pública a sus tres hijos mayores, Andrea, Carlota y Pierre, los niño del segundo matrimonio de la princesa con un millonario italiano, Stéfano Casiraghi. La vida sentimental de Carolina ha entrado en una suerte de «travesía del desierto». Su tercer esposo, Ernesto de Hannover, lleva meses lejos de su mujer y ha sido captado en situación comprometedora con otra chica en Tailandia. Y los problemas de una eventual separación plantean arduas negociaciones a muchas bandas, incluido el Vaticano. Mientras, Alejandra, la hija de Carolina y Ernesto, todavía es muy joven para entrar en la escena internacional, Andrea (25 años), Carlota (23 años) y Pierre (22 años) comienzan a tener el carisma y la experiencia indispensables para encarnar la imagen internacional de un reino indisociable de la historia del lujo, el ocio y el recreo más cosmopolita. Los tres están en la línea sucesoria del trono monegasco. Los tres han sido educados a caballo entre Mónaco, Italia, Francia, EE.UU. y Suiza. Ellos son en buena medida el futuro rosa de Mónaco/Monte Carlo. Con la discreción propia del caso, los tres hijos de Carolina con Stéfano Casiraghi, muerto en un trágico accidente deportivo, comienzan a estar muy presentes en la riquísima vida de sociedad monegasca, convertidos, asimismo, en «globetrotters» de la imagen de una Costa Azul de leyenda.

Andrea Casiraghi ha encontrado el amor en compañía de una rica heredera colombiana, Tatiana Santodomingo. Y juntos recorren medio mundo en defensa de causas humanitarias o deportivas, sin olvidar una presencia activa en los bailes, ceremonias y fiestas de Mónaco, donde la sangre joven siempre es bienvenida entre las nubes de millonarios y millonarios de tercera o cuarta edad.

La mundana Carlota

Carlota, por su parte, tiene un novio riquísimo, Alex Dellal, nieto de un multimillonario angloiraní, con muchos intereses económicos en Europa y Oriente Medio. La joven princesa, sin embargo, también cultiva menesteres propios de una mujer joven, mundana y llamada a ocupar un puesto creciente en la geografía de la ilusión rosa/cosmopolita. Carlota se considera periodista, e incluso ha fundado algo parecido a un «periódico», Ever Manifesto, especializado en cosuelas relacionadas con la moda, la cultura, la sociedad y la ecología, otra de las obsesiones del príncipe Alberto II, que desea dar a Mónaco una imagen «verde», «cultural» y humanitariamente adinerada.

En cuanto a Pierre, ha cursado estudios de gestión en las universidades del norte de Italia y hace prematura vida marital con Beatrice Borromeo, heredera de una antigua, prestigiosa y millonaria familia italiana.

Andrea, Carlota y Pierre son jóvenes, ricos, guapos, y han sido educados en la disciplina estricta de una familia curtida en las más altas intrigas y deberes familiares, desde hace cinco o seis siglos. Ellos, los hijos de la princesa Carolina, son la guardia pretoriana del más turbador de los secretos de Estado: la imagen de un pequeño reino, en la más encrespada Costa Azul. Su misión estratégica es hacer soñar.

Alberto II y Carolina, hermanos y patriarcas, a su manera, tienen las riendas del pequeño-gran reino. Pero son muy conscientes de la necesidad de sangre nueva para irrigar el tejido circulatorio de los sueños, ilusiones y fantasmas que son uno de los patrimonios esenciales de Mónaco. Mientras el príncipe soberano trabaja con mucho tesón en la alta ingeniería financiera, Carolina dirige la entrada en escena de sus hijos en el gran teatro del mundo del lujo, el ocio, el recreo, con tonos delicadamente humanitarios, incluso ecológicos, aquí o allá.

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