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ABC Cultural

Tim Burton llega con un salvavidas

La competición se hunde lentamente como su entorno: ayer un filme portugués («O fatalista») y otro francés («Vers le sud») se unieron a la procesión de cine amnésico

AFP Tim Burton con Helena Bonham-Carter, ayer en Venecia

Tim Burton siempre es otra historia. Su cine es variado, divertido, vivaz y sin orden ni decreto ley, como el contenido de la caja de juguetes de un chiquillo; y aunque utilice actores de carne y hueso, la impresión es que siempre hace películas de dibujos

animados. La de ayer, «Corpse bride» (La novia cadáver), era una fantasía tétrica con muñecos de plastilina, parecida en cierto modo a aquella «Pesadilla antes de Navidad». Sin duda, el motivo para proyectar su película fuera de competición en esta Mostra es exclusivamente humanitario: rescatar durante un tiempo al espectador del hastío, el pelaje y la pretenciosidad en la que se embarrancó la sección competitiva desde el principio, cuando se vieron las dos únicas películas dignas hasta el momento, «Good night. Good luck», de George Clooney, y «Brokeback mountain», de Ang Lee.

«Corpse bride» tiene todo lo que una película puede desear: talento, buenos sentimientos, romanticismo, fuerza, dulzura y acritud, sentido del humor y del ritmo, pasión y compasión por sus espectadores, imaginación, fantasía, un cierto convenio o compromiso con las cuestiones de interior del ser humano, como amores, odios, inclinaciones, arrebatos, conmociones..., en fin... Y tiene además buena voz, la que le ponen a los muñecos los actores habituales del cine de Burton, o sea, Johnny Depp, Helena Bonham-Carter, Albert Finney... Por tener, tiene hasta otro director ademas de Burton, Mike Johnson, un genio de la animación.

Un mundo oscuro y multicolor

Tim Burton congrega en sólo un rato (apenas dura setenta y cinco minutos) todo su mundo oscuro y multicolor al tiempo en este cuentecito sobre el amor entre la vida y la muerte, con una fascinante y góticamente macabra puesta en escena, con unos números musicales que incitan a ser interrumpidos por el aplauso y con una mirada lozana y dulce a ese mundo lóbrego y de camposanto en el que crecen sus ideas. Aunque tampoco podrán votarla para el premio los miembros del jurado. A estos miembros del jurado se les viene encima una buena, pues han de elaborar un palmarés y en la competición no hay para ello más que broza, con las dos excepciones apuntadas.

Ayer nos dieron en la cocorota con otras dos obras a concurso, la portuguesa «O fatalista», de Joao Botelho, y la francesa «Vers le sud», de Laurent Cantet, algo mas potable. El portugués Botelho no parece existir fuera de los festivales, y de éste en especial, al que acude muy habitualmente y siempre en sus dos únicas formas posibles: a veces Botelho es «botellón» y a veces es «botellín». La película de ayer, «O fatalista», no era afortunadamente muy larga, pero pesaba como una culpa... Hay que decir en honor de Botelho que no se había gastado en hacerla más que unos cuantos euros en gasolina para el coche en el que viajan los dos personajes, interpretados o por dos amigos muy buenos o por dos actores muy malos. El caso es que el contenido en el que se enfrasca Botelho es nada menos que la obra de Diderot «Jacques, le fataliste», un texto luminoso, sagaz, precursor y prerrevolucionario del filósofo francés convertido aquí en papilla por la incapacidad y pequeñez cinematográfica del director portugués... Encontrarle el «tono» a la película era tan fatigoso como una convención de poetas, y sólo entre resoplidos y bostezos podía uno llegar hasta la lejanísima meta, mucho más allá que la de aquel soldado griego de Marathon.

«Vers le sud», o «Hacia el sur», es una película bien rara y en la que no se acaba de encontrar el gusanillo en el anzuelo. Tiene el aliciente de estar protagonizada por Charlotte Rampling, una mujer de atractivo inagotable y con un insolente pacto con la belleza. También posee el interés complementario y eficaz de estar rodada a pie de playa caribeña, en Haití. Su director, Laurent Cantet, es tenido por cineasta profundo y rebuscador de causas y efectos (ya ganó aquí un León de Oro con «L´emploi du temps»), y aborda ahora los móviles recónditos del turismo sexual y de la relación del ser humano con su entorno y sus traumas. Lo hace muy disimulada y pulcramente a través de unos cuantos personajes femeninos y maduros en un hotel de lujo del paupérrimo Haití, donde un muchacho (el actor se llama, y no es una broma, Menothy César, que parece un guiño para futbolistas del método) vive de mantenerse al alcance de ellas.

Sentimientos y pasiones

«Hacia el sur» no entra a ese turbio asunto con el cuchillo en la boca, sino de un modo azulón, y enseguida su historia toma el rumbo de los sentimientos y las pasiones... Es un modo de verlo, aunque alrededor de ese modelo de vacaciones y recreos se suelen mover otro tipo de interés, personajes, pasiones y delitos. Como película, ésta de Cantet tenía la virtud de no ser completamente cargante ni fastidiosa, lo cual, visto lo visto (y probablemente lo por ver), es para brindar por ella.

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