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Oreja y Redondo, rebeldes con causa

Todavía no se han dado cuenta algunos miserables que el compromiso de Mayor Oreja con Redondo es histórico. Tanto como lo fue el consenso constitucional. Hoy, en el País Vasco dos partidos políticos constitucionalistas se han puesto de acuerdo por la libertad. Ni un minuto de duda tuvo Mayor Oreja en rechazar el debate-trampa con el que Ibarretxe le pretendía engañar. Porque pongamos que Mayor Oreja no fuera un hombre bueno y de palabra, que lo es; pues lo hubiera rechazado de igual modo, aunque solo fuera por inteligencia electoral.

Pero hay algunos tontos próximos al PSOE que están obsesionados en tener por adversario a Jaime Mayor Oreja mas que a los erráticos nacionalistas, radicales según y como les convenga, pastoreados por Arzalluz. Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo, y quienes con ellos van hacia las urnas, se ven abocados a representar en un mano a mano inédito la historia de dos «rebeldes con causa».

En el norte decimos así: que «los bolos están plantados» para definir ese instante esencial en que «te la juegas». Te la juegas con la bola. Y con la mano que tira la bola. Y con el cerebro, que empuja la mano, que tira la bola.

En Euskadi hoy nos la estamos jugando todos, porque la de ellos, la libertad de los vascos, es la nuestra. Los «bolos electorales» nos dicen que de esos 1.810.786 ciudadanos vascos con derecho a voto dependen también ahora otras cosas que no transcurren necesariamente allí.

Nunca como ahora unas elecciones autonómicas han sido tan españolas como estas del 13 de mayo. Porque, sin dramatismo habrá que convenir que en ellas nos va la normalidad constitucional. Según las tesis de Jon Juaristi, seria el cierre del contencioso histórico que enfrento durante siglos a reaccionarios y progresistas, a carlistas y liberales, a independentistas y constitucionalistas, al miedo frente a la libertad.

El retruécano histórico sitúa en este comienzo de siglo a Xabier Arzalluz y al fundamentalismo nacionalista en el papel del colaboracionista que, por omisión cuanto menos, permite que se imponga la dictadura del miedo. Frente a esto, en los demócratas solo cabe la rebelión, que no el desistimiento.

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