el contrapunto
Mejor valentía que centralidad
La izquierda no reniega del fiscal general del sanchismo, procesado por revelar secretos a instancias de Presidencia
¡A la calle! que ya es hora
Ministros armados y peligrosos
En condiciones normales eso de la 'centralidad' está muy bien, sobre todo para recibir la palmadita en la espalda de los autoproclamados «progresistas» que jamás votarán al PP. En tiempos como los actuales me parece más necesario hacer gala de valentía, como sinónimo de ... coraje democrático y disposición a dar la batalla por aquello en lo que uno cree y para lo que está en política.
Ser centralista es mucho más cómodo que ser valiente. El territorio de la «centralidad» ofrece un espacio mullido en el que agazaparse sin comprometerse, a salvo de incidentes desagradables. Ser valiente, en cambio, implica no eludir el enfrentamiento cuando las circunstancias obligan a pelear en campo abierto, como están haciendo algunos jueces extraordinariamente valerosos y también periodistas merecedores de ese nombre. Luchar sin miedo por la democracia amenazada, por el Estado de derecho, por la Constitución cuyos pilares están siendo embestidos por el propio Gobierno y sus socios. Sirva de ejemplo lo acaecido en la Conferencia de Presidentes a cuenta de los pinganillos. Los representantes de Cataluña y el País Vasco, armados de arrogancia, voluntad de dividir y supremacismo, emplearon sus respectivas lenguas autonómicas en aras de demostrar su diferencia con respecto a los demás. Y nadie exhibe su diferencia si no es porque se considera superior. El gallego tiró por la calle del medio y presumió del 'privilegio' (dudoso) de tener dos lenguas. Solo Díaz Ayuso se atrevió a reivindicar lo obvio; es decir, el uso del español o castellano, única lengua oficial en toda España, común al conjunto de los presentes. Podría haberse callado, como hicieron los demás, pero entonces nadie habría dado voz a los castellanoparlantes discriminados en el País Vasco, Cataluña o Galicia, a los niños que sufren un tormento por no poder estudiar en su lengua materna, a los opositores excluidos, a la igualdad de los españoles y el sentido común. Dicho de otro modo, nadie habría roto una lanza por los derechos lingüísticos consagrados en la Carta Magna, que se vulnera sistemáticamente desde hace años con total impunidad y no precisamente en detrimento de quienes optan por sus lenguas locales.
Es significativo que la izquierda jamás se disfrace de otra cosa. Ellos alardean de su condición porque a sus ojos «izquierda» es sinónimo de virtud, decencia, justicia y bondad, aun cuando sus hechos demuestren exactamente lo contrario. Ahí está García Ortiz, el todavía fiscal general del sanchismo, sentado en el banquillo de los acusados por revelar secretos tras recibir instrucciones de Presidencia, en un hecho sin precedentes de extraordinaria gravedad. Nadie ha renegado de él. La derecha en cambio ha asumido el discurso de sus adversarios y parece avergonzarse de sí misma, hasta el extremo de ocultar su nombre tras la máscara de un eufemismo en lugar de identificarlo con la bandera de la libertad que es su razón de ser.
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