Psicólogos de barra
Rocío Guisado (Bar Esperanza y Bar Arco): «La Basílica es un no parar y atrae a mucha gente todo el año»
Junto a su marido Israel es el alma de una de las esquinas más transitadas de la calle San Luis, ese balcón al barrio de la Macarena donde reposta todo el que visita a la Señora de Sevilla
Rocío Guisado
Llegamos una mañana cualquiera al tramo más concurrido de la calle San Luis, donde ni el calor del mediodía ni la sensación de ciudad vaciada habitual del octavo mes afectan un ápice al trasiego que siempre hay junto a la Basílica de la Macarena ... . Nos recibe Israel Espárrago , al que todos conocen como Isra, y al poco llega una ajetreada Rocío Guisado de hacer unas compras.
Rocío Guisado y su marido Israel Espárrago
Ella está detrás de cada decisión que se toma en el bar Esperanza y su vecino bar Arco , gestionando con intuición todo lo relativo al negocio que comparte con su marido. Ambos reciben con una sonrisa al que llega y conocen por su nombre a buena parte de su clientela.
Trato cercano, ambiente de barrio y cerveza a precios populares son tres indicativos de que estamos ante el típico establecimiento de parroquianos, en el que se dispensa autenticidad en cada caña.
Además de los establecimientos Esperanza y Arco, cuentan con un local para eventos y una tienda de moda a escasos metros, concentrando en una sola manzana hasta cuatro negocios bajo la batuta de ambos.
¿Siempre hay tanta vida en el bar durante agosto?
En esta época hay muchos que se van pero también hay muchos que llegan y todo el que viene a Sevilla pasa a ver a la Virgen y a tomarse después una cervecita. De todos modos, este no es un bar de turistas a pesar de estar en el centro. Es un bar de barrio y la mayor parte de los clientes que tenemos son parroquianos de toda la vida.
¿Suelen conocer a todo el que entra?
Prácticamente sí, aunque la Basílica es un no parar y atrae a mucha gente que no es de la zona.
¿Y su público de diario les conoce bien a ambos?
Y tanto, de hecho hay quien no sabe ni que ésto se llama Bar Esperanza porque muchos dicen: «vamos al bar de Isra...».
¿Qué atención se ofrece al que llega?
Para muchos de nuestros clientes esto es una extensión de su casa. Los hay de cierta edad que viven solos y les hacemos menú personalizado. Si un día llega alguien con antojo de algo procuramos tenerlo al día siguiente, porque ellos no cocinan y cada día se llevan la comida de aquí. Tenemos un buen cliente al que le cambiaron la dentadura y no podía masticar, con lo que le triturábamos toda la comida y hacíamos recetas pensando en él. Y en otra ocasión alertamos a la hija de una clienta habitual de que su cuidadora no la estaba tratando bien...
¿Cómo son las tertulias que se generan en el bar?
La mayoría son de temática cofrade, porque en política procuramos no entrar y evitamos los temas susceptibles como el Sevilla o el Betis. Muchas veces las charlas se prolongan durante horas.
Además de cofrades reciben con frecuencia a políticos, ¿suelen mezclarse los de distintos partidos?
Al tener el Parlamento al lado vienen muchos políticos pero cada uno con su grupo. Si acaso se mezclan cuando salen a echar fuera un cigarro o si se cruzan al ir al baño, pero el cerveceo lo hace cada uno con sus compañeros de partido. Un día vino Ada Colau a comer y estaban poniendo en el Telediario los altercados que había habido en Barcelona con motivo de la Diada. Ella lo vio todo desde aquí...
¿El que viene de fuera también se siente como en casa?
Hay clientes que vienen de otras ciudades o del extranjero y se siente también como en casa. Pueden venir personas musulmanas que aunque tengamos las paredes forradas de vírgenes y santos se sienten a gusto. Vienen a la ciudad de María Santísima y aquí es lo que hay, pero ellos lo respetan y disfrutan de nuestro ambiente. A veces llegan turistas que nos piden consejo y les recomendados rutas de monumentos y dónde parar a comer, siempre sitios auténticos como Los Claveles, El Rinconcillo o La Fresquita. Aquí tratamos igual al cliente de barrio que al extranjero y cobramos el café a 1,30 a todo el mundo.
¿Y qué les gusta de la cocina?
Todo es casero, nunca compramos nada hecho, y los platos son redondos, no cuadrados, porque huimos de la vanguardia. Nuestras especialidades son espinacas con garbanzos, croquetas de carne o carrillada ibérica, además de las tortillitas de camarones, que salen mucho últimamente.
¿Qué es lo que más atrae a su clientela?
El diálogo, el ambiente y sentarse a comer un plato caliente y casero.
Las bodas de la Basílica le darán mucha vida...
Sin duda, porque además casi todos los invitados esperan tomando una cerveza durante la ceremonia y como desde aquí se ve perfectamente la salida, cuando ven que está fuera el primer invitado dejan la cerveza y van corriendo para ser los primeros en lanzar arroz a los novios. En ocasiones incluso nos han pedido cosas especiales, como que le llevemos una cerveza al novio nada más salir de la Basílica o una botella de champán para brindar. También los hay que se divierten con el ambiente que se forma en cada boda y comentan los modelitos de las invitadas y todos los detalles.
¿Qué supone el trasiego de la Basílica para su negocio?
Siempre hay algo, o bodas o cuando llega la Cuaresma e incluso los entierros. Se dice que el que va a un entierro y no bebe vino el suyo va en camino, así que muchas veces al salir vienen aquí a tomar una copita.
¿Qué hacen cuando algún cliente se pone pesado?
Tenemos mucha suerte y hay muy buen ambiente. Si acaso cuando tenemos que cerrar y alguien te pide la penúltima hay que sacar el capote y la mano izquierda. Al final te conviertes más en psicólogo que en tabernero y aprendes a reconocer cómo es cada uno solo con verlo.
Quién es
Rocío es de vocación sanitaria pero hizo un paréntesis en su vida de laboratorio cuando su marido decidió quedarse el bar de su padre. Hasta entonces, Israel Espárrago se había dedicado al ocio nocturno, al que renunció para poder conciliar una vez que se casó con Rocío. Se quedaron El Esparragal, establecimiento que el padre de Isra tenía en la plaza de San Gil, y al poco lo sustituyeron por el Bar Arco, un pequeño espacio sin cocina que sigue conservando el ambiente de las tabernas de siempre. Eso fue hace unos 15 años y hará siete se quedaron con el local vecino para abrir el Bar Esperanza, donde ya pudieron dar vida a una carta más elaborada al disponer de fogones.
Funcionan como un engranaje perfecto, en el que cada uno desempeña su papel para lograr que todo fluya cada día y que sus nueve empleados tengan el pan asegurado.
Cada mañana Isra enciende una vela al azulejo de la Virgen que tienen al lado, como símbolo de agradecimiento y como plegaria para que la Señora de Sevilla les proteja. Durante las largas semanas del confinamiento no pudo hacerlo pero pidió a un vecino que le tomara el relevo para que la Macarena siguiera siendo “la luz que queda cuando todo se apaga”.
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