Pedro Díaz (Bar Rodríguez): “Quien crea que aquí hay camareros malaje es que no ha subido de Despeñaperros”
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Iniciar sesiónMuchas generaciones de niños han crecido con su sarcástica respuesta cada vez que alguno le pedía un vaso de agua al salir del colegio: “Vete a tu casa y pídesela a tu madre”. Eso sí, dicha con gracia y mientras llena el vaso con la ... diligencia que solo tienen los camareros buenos de corazón, como es su caso. Pedro Díaz Romero es un profesional de la barra y bien lo saben todos los parroquianos del Bar Rodríguez, aunque él piensa que cada vez quedan menos y que la clientela del barrio ha cambiado igual que lo han hecho sus calles y edificios. Mientras nos atiende un lunes a las cuatro de la tarde, varios de ellos se apostan con su café (o su copa o su cerveza) escuchando y participando, dando vivo ejemplo de que este bar de toda la vida es una segunda casa para muchos de ellos, o así lo sienten al menos.
Fotos: Tomás Muruaga
¿En qué ha cambiado el Bar Rodríguez desde que comenzó a trabajar en él?
Llevo sin moverme de aquí desde el año 88 y lo que es el bar ha cambiado muy poco, sigue teniendo la misma solera que cuando llegué. Ya no lleva la cocina la que sigue siendo su dueña, Antonia Márquez Palomo (tuvo que dejarlo por temas de salud), pero todas las recetas que hacemos siguen siendo las mismas que ella hacía. Hay pequeñas cosas que sí han cambiado, como que ya no anotamos con tiza ni cantamos las tapas, todo se hace por ordenador. Lo que sí ha cambiado mucho es el entorno, que ya no es como antes, cuando a la calle San Vicente se la conocía por tramos: Don Vicente, Vicente y Vicentillo. Siempre ha sido muy larga y la primera parte era la de mayor nivel adquisitivo, que iba bajando conforme se avanzaba (el bar estaba entre Vicente y Vicentillo).
A su juicio, ¿el cambio del barrio ha sido para mejor?
Claro, ha cogido una categoría impresionante y hay mucha vivienda nueva que ha traído una clientela muy variopinta. Antes venían muchos actores que iban a La Imperdible y aún hoy cuando vuelven a Sevilla regresan aquí porque era donde paraban antes y después de actuar. También ha cambiado mucho la hostelería de la zona, muchos sitios se modernizan o abren otros nuevos pero el Bar Rodríguez perdura como siempre.
¿Qué ha aprendido en todos estos años de su trato con el público?
Ya tengo el doctorado en reconocer cómo es la persona; ves venir a alguien y sabes por dónde te va a salir.
¿Y suele equivocarse?
Claro, muchas veces las primeras impresiones son engañosas y acabas pensando: mira cómo me la ha dado éste sin esperarlo… De Miguel Rodríguez (que era mi primo y el dueño del bar) aprendí mucho, pero como más se aprende es a base de latigazos.
¿Es importante saber decir las cosas con gracia?
Sí que lo es y a mí me sale solo, siempre digo las cosas con alegría porque si paso aquí ocho horas al día y estoy amargado al final resulta que una buena parte de mi vida estaré amargado. Yo intento ser agradable y reírme con todo el que entra.
¿Y eso lo valora el cliente?
Aquí somos muy cercanos con todo el que llega. De hecho llamamos vecino a todo el mundo, aunque no lo sea, y lo hacemos por dar confort y que la gente se sienta a gusto.
¿Cómo es su relación con el público?
Tengo buena retentiva y conozco a muchos clientes por su nombre y sé lo que toman sin que me lo pidan. Muchos me conocen de hace años y vienen a meterse conmigo y a darme caña porque saben que a mí me gusta la guerra.
¿Cómo sabe qué grado de confianza tener con cada cliente?
Evidentemente no a todo el mundo le puedes dar el mismo grado de confianza. A veces te equivocas pero te das cuenta y ya no vuelves a patinar con la misma persona, lo que sí intento es que el trato sea amigable con todo el mundo.
¿Y qué tal se lleva con la prudencia?
Trabajando tras una barra hay que ser prudente no, lo siguiente. Aquí se entera uno de muchas cosas y yo tengo muy buen oído, pero lo importante es ver, oír y callar, una cualidad que se está perdiendo en la hostelería.
¿Qué hacen cuando entra un cliente conflictivo en Bar Rodríguez?
Aquí somos cuatro tras la barra y siempre que entra alguien complicado me lo dejan a mí, aunque más que me lo dejen es que me lo quedo yo.
¿Cómo son las tertulias espontáneas del Bar Rodríguez?
Se habla mucho de fútbol y a veces nos metemos en política, pero yo solo hablo de esos temas con quien sé que se puede hablar. De hecho, a veces hemos estado tratando algún tema y ha entrado alguien que podría ofenderse y al momento hemos cambiado la conversación, porque lo último que queremos es molestar a nadie.
¿Alguna vez algún cliente se ha sentido ofendido?
Si alguna vez he ofendido a alguien con algún comentario por supuesto que ha sido sin querer. Lo primero que hago en esos casos es pedir perdón aunque no comparta su opinión porque yo me debo a este negocio. Eso sí, tengo claro que si se habla con la persona adecuada en el momento adecuado es muy difícil que haya problemas y que se moleste a nadie.
¿Se puede ser buen camarero sin tener don de gentes?
Se pasa muy mal si no lo tienes, porque aquí no viene nadie dándote nada, te lo tienes que ganar tú todo y diariamente.
¿Qué es lo más complejo de su trabajo?
Las horas que se echan, que a veces pueden llegar a ser ingratas, pero la hostelería es así.
¿Ha hecho muchas amistades en el bar?
Sí que las he hecho, y las mantengo, y sigo quedando con ellas en mis días libres.
¿Cree que en Sevilla los bares de barra como éste existirán siempre?
Cuando se pierda esta generación ya se verá. Ahora todo lo nuevo es igual, parecen franquicias, sobre todo por el centro. Solo quedan algunas excepciones como El Peregil o Las Columnas.
¿Es cierta la figura del “camarero malaje sevillano”?
El que piense que en Sevilla hay camareros malaje es que no ha ido de Despeñaperros para arriba. Yo le recomiendo que lo haga y entonces se iba a enterar de lo que es un “camarero malaje” de verdad. Alguno habrá, no digo que no, pero la mayoría son tolerantes.
Quién es
Como tantos otros taberneros de Sevilla, Pedro Díaz Romero procede de Manzanilla, esa pequeña localidad onubense que ha aportado tantos hosteleros a la capital andaluza. Fue en su pueblo donde Pedro tomó contacto con el sector trabajando como camarero cuando aún era adolescente, hasta que su primo segundo, Miguel Rodríguez Díaz, le animó a venir a Sevilla para echarle un cable en su establecimiento de la calle San Vicente. A pesar de sus 15 años, Pedro no dudó en probar suerte y se embarcó en una aventura que ya dura casi cuatro décadas, en las que ha pasado la mayor parte del tiempo tras la barra del sempiterno Bar Rodríguez (salvo un paréntesis de varios años en los que hizo la mili en Tablada y echó un cable en el bar Los Caracoles de La Alfalfa y en el desaparecido Bar Manzanilla de la calle Sinaí). Desde el 88 no se ha movido de esa esquina de San Lorenzo en la que el tiempo parece haberse detenido y ya es el veterano de este establecimiento en el que la hospitalidad tiene tanta fama como los caracoles o las pavías que llevan años cocinando.
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