OPINIONES
No al QR

Vale con que en los primeros meses de la pandemia todos anduviéramos con guantes, como tontos. Nos legislaban y reglamentaban sin ton ni son y sin la menor idea de lo que pasaba. Pero hace un año y medio que ya se concluyó que el contagio se producía por «gotitas y partículas respiratorias» y no por contacto físico. Y, de hecho, los periódicos fueron volviendo a los bares y cafeterías de nuestro país y nos los íbamos intercambiando entre unos y otros de la forma más civilizada -e incluso «dando la vez»-. Pero no, los QR se han quedado. Y no sabemos muy bien por qué ni a quién beneficia mantenerlos. Nada hay más incómodo que consultar una carta de un restaurante en el móvil. Después de varios intentos consigues apuntar al dichoso simbolito y si se abre, te pones a recorrer de arriba a abajo, y de abajo a arriba la carta intentando que no se te olvide lo que has visto antes y que te había apetecido. Por no hablar de los que te ordenan por bloques y entonces hay que ir cambiando de pestaña: de Entrantes calientes a Entrantes fríos pasando por Mariscos, Pescados, Recomendados de la casa, Carnes, etc… «¿Y la carta de vinos?». «No, para eso se tiene que descargar este otro QR..». ¡Anda ya!
La única forma sensata de elegir lo que vas a comer se inventó en Francia a mediados del XIX. Una carta doble en papel grueso, donde de un vistazo lo tienes todo a la vista y puedes recorrer de arriba abajo y de izquierda a derecha. Y como mucho, otra para los vinos. Es la forma fácil de comparar. Y, además, de poder ver detenidamente los precios, que no está el horno para bollos.
Empezamos a pensar que todo esto de los QR es una venganza de los restauradores contra los gobernantes por ser los únicos que siguen obligados a usar mascarilla (que ya está bien, por otra parte), y abrigamos la esperanza de que en cuanto los perdonen, ellos volverán al papel. Mientras tanto las alternativas que se nos ocurren son
- Que vuelvan a recitar, como antiguamente, todos los platos.
- Que impriman en un folio de usar y tirar y nos lo cobren en una línea. Que cambien «Pan y picos», por «Pan, picos y carta», pero sin pasarse en el precio.
- Que pongan la carta en un soporte de metacrilato que puedan desinfectar
- Que decidan ellos lo que tenemos que comer o que todo sea un menú degustación y así no hay que abrirla app.
- O, ya que estamos, que la app te permita pedir la comanda directamente a la cocina y ellos se ahorran camareros y nosotros propina.
Las otras formas de acabar con esta horrible costumbre: decir que detrás de esto están los chinos o los rusos y que cada vez que fotografiamos un QR se quedan con nuestros datos -que no les extrañe- o poner al frente de esta manifestación a Carlos San Juan, el héroe que ha conseguido que la banca adopte medidas humanas para la atención a los mayores en las sucursales. Porque no sé si se han percatado de los problemas que los más talluditos tienen a la hora de hacer todo el dichoso proceso del QR en restaurantes.
¡Qué vivan las barras! ¡Qué vivan las cartas!
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete