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Las brasas de Mesón Casa Luciano se apagan tras más de 40 años
El asador de la calle Paraíso ha cerrado sus puertas tras varias décadas de servicio seduciendo a los sevillanos con sus carnes a la brasa
En la calle Paraíso, donde Triana y Los Remedios se dan la mano, Mesón Casa Luciano apaga sus brasas tras más de 40 años de servicio. Este asador, testigo silencioso de nuestras vidas, cerraba sus puertas este mes de julio dejando a la ... ciudad huérfana de esos momentos únicos que, sin saberlo, le habían dado mucho más que comida: le habían regalado un lugar al que siempre se podía volver.
Para quienes lo frecuentaban, Mesón Casa Luciano no era simplemente un asador, era un escenario compartido de risas, celebraciones, conversaciones interminables y momentos que se han quedado tatuados en la memoria, siendo un refugio donde las historias de muchos sevillanos se entrelazaron durante décadas. Bajo la mirada de los carteles taurinos que colgaban de sus paredes y alrededor de sus robustas mesas de madera, se forjaron amistades, se celebraron éxitos y se despidieron ausencias. Y es que, cuando un negocio tan arraigado nos dice adiós, no solo se apagan unos fogones o se retiran unas sillas; sino que cada mesa se lleva un recuerdo, y cada plato, un pedacito de vida.
Al frente se encontraba Rocío Paramás, heredera de una familia que ha crecido entre el crepitar de las brasas y el aroma de las carnes cocinándose al calor de su parrilla.
Con su cierre, se marcha una parte del alma de la ciudad, de ese entramado de costumbres que nos acompañan y que muchas veces damos por hecho. Sabores a los que no regresar, como el de sus icónicas chuletitas de cordero, la morcilla de Burgos, el solomillo de ternera, la presa ibérica o el suculento lomo de buey con el inconfundible aroma de las brasas impregnado en cada pieza —esos platos que ya forman parte de la memoria colectiva—, porque hay sabores que trascienden el paladar y se alojan en el corazón, convirtiéndose en parte de quienes somos.
Ahora, para muchos sevillanos , el vacío será tangible al caminar por la calle Paraíso. Se nos ha ido un refugio de lo cotidiano, un espacio donde se tejían historias de vida y que nos deja con esa nostalgia que solo provocan los sitios donde se han compartido buenos momentos.
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