Porta Rossa: «Sevilla al dente»

En esta visita uno no puede obviar los recuerdos vividos durante estos últimos treinta años en esta casa, su ausente Massimo que siempre sacaba una sonrisa y los más nostálgicos también recordamos los buenos momentos en el local que hoy ocupa Mechela, desde donde se trasladó Porta Rossa en 2011.

Una sala estrecha, decorada en tonos blancos y madera, donde entra mucha luz debido al gran ventanal que hay al final de ella. Siguen manteniendo una carta larga, clásica, en la que una persona con nociones básicas de cocina italiana se maneja perfectamente.

La comida empieza con un carpaccio de ternera con gorgonzola , evidentemente un queso tan potente y presente se come casi por completo el sabor de la carne que básicamente aporta textura.

Seguimos con sus gnocchis de patata con salsa de nueces y trufa , como nos pasó en el plato anterior quizás la salsa es demasiado pesada, lo que le resta a un plato que obviando eso es magnífico, una pasta en su punto perfecto y con un intenso sabor. También pedimos otro plato de pasta, en este caso un fuera de carta, unos pappardelle al ragú . Muy bueno, tanto el punto de la misma como el guiso de carnes que trae por salsa, en este caso mucho más ligera.

Terminamos con su gran clásico, la bisteca allá Fiorentina , el corte de carne italiano más famoso y que en otros países se conoce como el T-bone. Es un corte noble que une por un hueso dos partes muy preciadas como son el solomillo y el entrecot de lomo.

No pude resistirme a probar dos postres icónicos, su tiramisú y la panacota al caramelo. Ninguna emoción en ellos y quizás deslucen un poco el nivel que hemos tenido en la comida.

Porta Rossa es un clásico, de arriba a abajo, con sus desventajas como es una cocina algo desactualizada pero también con sus virtudes como esa concentración de sabores que atrapa a través de la memoria. La segunda generación está tomando una sala a la que todavía no tienen cogida la medida del todo. Después de todo, siempre es un gusto volver.