Golpe de esquila por una taberna
Ahora está muy de moda entre los papafritas del urbanismo hablar del patrimonio etnológico o etnográfico. Se les llena la boca a políticos y urbanistas, de siglas como BIC, que no es un boli que escribe gordo o fino sino el acrónimo de Bien de ... Interés Cultural, y se redactan pomposos catálogos de los mismos. Nada, todo ojana. Al final, algo tan genéticamente sevillano como es la memoria hepática de la ciudad se nos va en la cubas de escombros de LLopis, que es el apellido que acompaña a Pavón en esa triste dinastía del derribo sevillano.
A la tasca de la que les hablo hoy no pueden ir. En la hora en que los carísimos lectores de mis patrañas tabernarias se están echando a las gafas del cerca estas líneas, la Bodega de la familia Bueno no existe. Vamos que la han vaciado enterita.
Decenas de cubas de cascotes han sacado del edificio la mugre acumulada durante más de un siglo en una de las tabernas “gargajeras” con más pátina de toda Sevilla. Todo, desde su solería al mostrador de madera de aspecto funerario decimonónico, las vitrinas de palillería o los carteles mugrientos de sus paredes ha pasado a peor vida.
La tasca en los últimos años se apeaba solidariamente, además de en las clásicas columnas de hierro fundido tan sevillanas, en puntales de obra que daban un aspecto más lúgubre todavía a esta rancia ermita moyatosa. El forjado de grandes vigas cargaderas de madera estaba tan cansado como todo el edificio y quizás, también, como sus propietarios.
De momento ya no se puede gustar en las sillas de tijera de su húmeda penumbra interior la tortilla de papas que la clientela bautizó como “la mejor” y así se le quedó. Ni el espléndido mollete de pringá -procedente de genuino cocido montañés- con algún vinazo peleón miccionable en su inenarrable urinario… También tenía muy buena la Cruzcampo, para entretenerse con unas gambas del “puñao” ricas de verdad.
Tal que Fernando Villalón versaba: “echa vino, Montañés…” sus propietarios son como tantos taberneros, “chicucos” procedentes de Cantabria, en este caso de Ruiloba. Fermín, uno de sus hijos que además de buen cantinero sale con farol de mano de servidor del muñidor de la Mortaja, dice que todo va a quedarse como estaba.
Pero yo, qué quieren que les diga, después de ver lo que hicieron con el Laredo o Los Príncipes, me temo lo peor. Ojalá acierten como lo hizo Manolo Cateca en La Goleta, ojalá.
- Cruzcampo
- Terraza
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