Martirio: «La Triana más viajera »
“En una carta bastante variopinta encontramos platos con influencias de todo el continente asiático”
En la frontera del barrio de Los Remedios con Triana, en un local moderno, nos encontramos con este gastrobar que apenas lleva año y medio abierto. Martirio se emplaza junto a otros grandes clásicos de la cerveza del viernes como son Mariscos Emilio o Periqui ... Chico, que convierten Gustavo Bacarisas en una calle de referencia.
El local es de corte cosmopolita, la entrada está presidida por una elegante barra rodeada de espejos. El resto está decorado en materiales industriales, paredes de hormigón, techos vistos y mobiliario de madera, algo más tosca de lo que se suele ver en los gastrobares de moda.
En una carta bastante variopinta encontramos platos con influencias de todo el continente asiático. Se suele decir que ‘quien mucho abarca, poco aprieta’ y es lo que me suelo encontrar en algunos restaurantes, la indefinición de un menú que busca fusiones inéditas que no se dominan totalmente puede dar como resultado platos poco balanceados. Al final son aceptables, pero distan de los tacos que comerías en un mexicano o los nigiris que tomarías en un japonés, por lo que terminan siendo para mí unos pases algo descafeinados.
Vamos a lo importante. Empieza la comida con la ensaladilla Martirio de langostinos, a la que el toque de cebolla roja y apio le imprime cierto aire latinoamericano, que no sé
si tendrá más admiradores o detractores. Otro de sus fuertes son las NO croquetas de Martirio, una especie de panipuri indio relleno de espuma de carabinero y con un tartar del mismo carabinero, sobre la esfera de trigo que forma la corteza de la croqueta. Es un plato magnífico, una explosión de sabor a carabinero que en sensaciones tiene poco que ver con lo que se experimenta con una croqueta.
Disponen de una sección de arroces donde incluyen un rossejat de mejillones por el que nos decantamos esta vez, con un toque de curry verde y alioli de coco. Ni el punto de cocción, ni el alioli que se llevaba todo el protagonismo nos convencieron en esta ocasión.
Seguimos con dos platos de ascendencia asiática como son, primero, el shu-mai de cola de toro estofada con setas, naranja y jengibre. Un guiso clásico con toques exóticos en un dim-sum clásico de la cocina cantonesa. El segundo, un buen mantou de mollejas de cordero lechal, en el que echo en falta cierto toque crujiente, quizás con la versión del bollo chino frito ganaría algunos puntos.
La comida finaliza con una buena tarta de chocolate -poco hecha para que el bizcocho sea casi fluido- cacahuetes y especias. El amargor del chocolate contrasta perfectamente con el dulzor del helado que corona el postre.
Martirio es un gastrobar arriesgado, al que hay que reconocer el esfuerzo en integrar toda una diversidad de culturas gastronómicas en su menú. Unos cócteles atrevidos y bien ejecutados juegan a su favor para redondear una buena comida que, aunque con sus luces y sombras, disfrutamos.
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