La Sierra 4: «Tapas de campeonato»

Ha tocado poco lo que había, algo de madera renueva el zócalo a media altura de las paredes, pero la esencia de este bar de barrio sigue inmune al traspaso así como su clientela entre la que intuimos a tertulianos de siempre. Fran sonríe y atiende a todos por igual – extraños y habituales – con una calma propia de a quien la profesión le viene de cuna: estando presente sin que se note, parándose con todos, como si no tuviera este pequeño bar todo lo lleno que la situación actual permite.

La carta mantiene algunas tapas míticas, para qué cambiar lo que funciona bien. Y de un tamaño generoso, de barrio, nada de minimalismos. Nos recibe con uno de los ibéricos que ofrecen por tapas, medias y raciones, salchichón en rodaja gorda, muy bueno, de los que dejan gusto hasta el siguiente sorbo de una rica Cruzcampo servida en vaso de sidra. Pedimos tapa de patatas con prueba de chorizo, de un rojo intenso y sabrosísima la prueba. A las patatas caseras – con la que acompañan todas las tapas – quizás el corte similar al industrial les reste un poco, pero siguen estando por encima de la media. Las espinacas con garbanzos están algo especiadas de más para nuestro gusto, se come el sabor de la espinaca que por lo suaves que estaban debían ser maravillosas por sí solas. Dudamos si pedir o no nuestro añorado “ pollo frito del Rosita ”, y menos mal que lo hicimos, lo hacen como nos gusta: crujiente y salado por fuera y jugoso por dentro . La parte buena de que se hubiera terminado la carne con tomate fue descubrir una tierna carne al ajillo sobre la que mojamos pan mientras vemos pasar un potaje de garbanzos y unas papas con choco que alimentan solo de olerlas. Nos las apuntamos en el “debe” junto con el tocino de cielo que asoma desde la vitrina de la barra.

Un trato cercano en un ambiente familiar y con tapas caseras de buen tamaño a buen precio auguran el éxito a este hostelero de cuna, originario de los Remedios, en su conquista de Nervión .