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CRÍTICA

Taberna El Abuelo: «Pequeños tesoros y placeres»

Fritura y casquería. Todo en su justa medida. Buen tiro de cerveza y fino. Alimentar el espíritu en un atajo perfecto

Gargantúa

No hay portadas góticas ni chino cordobés en el suelo. No hay plaza memorable ni escudos señoriales. No hay flujo turístico -a no ser que vayan recomendados- ni señales que den pistas. No hace falta.

El secreto de los pequeños placeres está, precisamente, en su capacidad para pasar desapercibidos y camuflarse en el paisaje urbano.

De un rinconcito de la trasera de la plaza de San Miguel, donde abrió sus puertas en 1978, se vino en 2022 a otro rinconcito de la calle Cruz Conde.

Aunque su origen está en Montoro, de donde es su fundador Antonio Pérez ‘El Abuelo’. No es una franquicia. No tiene un local de dos plantas ni escaparates con purpurina. Pero está en el cogollo de Córdoba.

Es un atajo al estrés. Un vericueto al gusto por la taberna cordobesa. Es la misa de una de los parroquianos y trabajadores del Centro. Un pecado venial a la vuelta de la esquina. Como hacer parada en la iglesia de San Miguel unos minutos para uno mismo alimentando el alma, pero abriendo la boca para el espíritu.

Hay reglas y horarios. Conversación justa, salvo la que unos buenos amigos, dos extraños, una pareja fiel y la familia de siempre se profesen en la barra o en las estoicas mesas de siempre. Los hermanos Alejandro y Marco Antonio Pérez pilotan con diligencia y corrección sobria. La cocina es la pócima mágica. Todo en su justa medida: una tapa como media ración, media ración como una entera... y la ración, un festín. El precio, imbatible.

El tiro de Cruzcampo , perfecto. Como Sociedad Plateros que lleva en su frontispicio, los finos apropiados (Fino San Eloy, Fino Peseta y Fino Platino... y algunos más). En la barra, el espacio idóneo para la confesión o la conspiración. Rincón con jerarquía. En la calle, algunos mostradores altos. Las paredes exhiben una miscelánea de clásicos, lapidarios, ripios, recuerdos y caprichos.

Sus especialidades son el pescado y la casquería y destaca la técnica de la fritura aplicada al bacalao, los boquerones, el cazón en adobo, los calamares, la japuta o la rosada... Lo que se propongan. Igualmente, es lugar de referencia y confianza para comer lengua estofada, callos de ternera, asadura al ajillo, criadillas (se está perdiendo este manjar) y morcilla frita. Pequeños tesoros, pequeños placeres. A la Taberna El Abuelo se va a lo que se va.

No se olvide de pedir unas gambas rebozadas. Ya no se ven ni se disfrutan como éstas. Al ajillo merece la pena sólo embobarse mirando cómo hierven (y pican para los muy cafeteros). No hay café, para eso es una taberna. Ni falta que hace. Estoicos y epicúreos, las dos caras del cordobés, en una taberna.

Puntuación

Comida: 4

Servicio: 3

Ambiente: 3

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