Bar X: desde Cerro Muriano

Los abuelos fundan la empresa, los hijos la mantienen y los nietos la hunden. Raros son los negocios familiares que en España sobreviven al tránsito a la tercera generación. El Bar X es una afortunadísima excepción y no sólo ha sobrevivido a ello, sino que se mantiene como una referencia imprescindible para los aficionados a la buena cocina.
Situado en la margen derecha de la carretera antigua del Muriano yendo desde Córdoba, nace en plena Guerra Civil, allá por 1937, cuando viuda y con cinco hijos, Encarnación, abuela de Juanjo, actual propietario, se traslada de El Vacar a Cerro Muriano y comienza a atender huéspedes . Terminada la guerra abre un bar en la casa contigua conocido como de la viuda, y que acaba convirtiéndose en el actual X por azar y de manera provisional: en los planos topográficos que manejaban en aquellos tiempos para arreglar las carreteras, el Muriano era el punto X. La segunda generación se hace cargo del establecimiento en 1967 y, finalmente, Juanjo y Toñi asumen la responsabilidad de continuarlo en 1991. Lo hacen de modo brillante y con la cuarta generación ya preparada .
Juanjo y Toñi son personas extraordinarias, trabajadoras, infatigables y siempre pendientes de sus clientes. Él se ocupa de la sala, ella de la cocina. Lo hacen no sólo con destreza y profesionalidad, sino con pasión y cariño. El comensal es tratado con agrado y la sensación de hallarse como en casa es inevitable . El local no es excesivamente grande y dispone de una estupenda bodega, en la que aparte de las inevitables y estupendas referencias de Rioja y Ribera del Duero, existe una amplia oferta de otras denominaciones de origen, desde vinos de tierras extremeñas a catalanas, pasando por el Bierzo, Murcia o Navarra.
Entre los platos imprescindibles está un lechón del Valle de los Pedroches soberbio , crujiente, en su punto y con una presentación espectacular. Es probablemente el rey de los platos del Bar X, junto con el pan de Obejo con el aceite sobrante de la vieja quesera en la que curan los quesos de cabra, el queso de Zuheros gratinado o el bacalao preparado por Toñi con leche y laurel después empleados para crear una mayonesa magnífica. Los postres mantienen el nivel, todos ellos caseros. Aunque no esté en la carta, el cliente habitual puede disfrutar de unas rosquillas de la churrera de Belalcázar flambeadas con anís de Rute que quitan el sentido. Es un lugar muy recomendable, de alta calidad en los productos y mayor calidad humana de sus dueños. Además, es magnífica la relación calidad precio, tanto de la comida como de los vinos.
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