La Policía alerta: cualquiera puede caer en manos de una secta destructiva
Un mensaje adecuado recibido por alguien vulnerable es suficiente para desencadenar el proceso de reclutamiento.
Utilizan técnicas de manipulación coercitiva para controlar a sus fieles

Una situación de vulnerabilidad y un mensaje adecuado, en el momento justo, es suficiente para que cualquier persona sea susceptible de ser captado por una secta destructiva, una modalidad criminal con efectos devastadores sobre la víctima. La Comisaría General de Información de la Policía, ... que tras la derrota del terrorismo etarra ha reorientado parte de sus objetivos para adaptarlos a la nueva realidad, ha fijado entre sus prioridades la lucha contra estos grupos, muy diversos en sus métodos y tipología pero unidos por la utilización de técnicas de manipulación coercitiva para anular la voluntad del reclutado.
No hay una secta tipo –«venden su producto en función de la demanda que exista en cada momento», explican a ABC la inspectora jefe y la inspectora responsables de estas investigaciones–, porque tampoco hay líderes con un perfil determinado, más allá de su capacidad de persuasión, ni una única forma de actuar. Pero los daños que provocan son «muy duros, en ocasiones hasta irreversibles en función del tiempo de permanencia en el grupo; cuanto más prolongada sea, mayores son los estragos», sostienen.
El tipo de personas que llega a una secta destructiva es variopinto y ni siquiera el nivel económico, cualificación profesional o nivel cultural, son determinantes. «El factor que desencadena la captación puede ir desde la mera curiosidad, a individuos que quieren vivir experiencias diferentes o, incluso, gente desesperada porque sufre alguna patología y necesita creer que el líder de la secta les puede curar». Pero la Policía no se fija tanto en las ideas que se transmiten –cualquiera es libre de expresar y transmitir las que considere oportuno–, sino en la utilización de esas técnicas de manipulación coercitiva que les permiten controlar la voluntad de las víctimas.
«La respuesta policial no siempre es posible, porque las conductas que se producen en el grupo sectario pueden no tener encaje en el Código Penal», advierten las expertas de la Comisaría General de Información: «No todo lo inmoral es delito», recuerdan; por ello, «una de las prioridades debe ser la atención a las víctimas, que se sientan arropadas, derivarlas a profesionales… Las personas captadas valoran no ya la investigación policial, sino sobre todo sentirse escuchadas».
Señales de Alarma
Un milagro en el horizonte
Muchas veces la persona captada por una secta está convencida de que va a ser beneficiada con un ‘milagro’, la mayor parte de las veces en un asunto de salud. Se fían al cien por cien de ‘terapias’ alternativas que creen que les salvarán.
Lo bueno está dentro, todo lo malo fuera
Los adeptos a las sectas han sido convencidos de que todas las cosas buenas están en el grupo, mientras que asocian todo lo malo a lo que se encuentra en el exterior. De ahí que cada vez pasen más tiempo en ese ambiente.
Separarlo de familia y amigos
La secta, cuanto más destructiva es, más necesita separar al individuo de su entorno familiar y social, porque corre el peligro de que allí le puedan abrir los ojos. Procuran, por tanto, el mayor aislamiento posible de sus fieles.
Control del sueño y de la alimentación
Es muy común que los líderes sectarios controlen a sus adeptos a través del sueño y la alimentación. Además, los nuevos fieles son recibidos con un cariño desmesurado por parte de los desconocidos que ya están en el grupo.
En octubre y noviembre la Policía ha hecho dos operaciones contra grupos sectarios, en Asturias y Barcelona, con un nexo común: utilizaban sustancias psicoactivas que provocan en el individuo una distorsión de la realidad. En la primera, en Langreo, fueron detenidos cuatro miembros de una secta neochamánica que organizaba ceremonias a las que solían acudir menores. El líder, de nacionalidad sueca, oficiaba estos rituales por toda España y vendía entre sus adeptos rapé, ayahuasca y yopo.
Según la investigación, este individuo se valía de esas sustancias psicoactivas para facilitar tanto la captación como el control de los adeptos, que por supuesto las tenían que comprar para poder consumirlas. De hecho, su venta era la vía de financiación de las actividades del líder espiritual y su familia. En algunos casos, además, esos consumos sustituían a la terapia médica, con grave riesgo para la salud de la víctima. Al líder del grupo se le intervinieron 5.000 euros en efectivo y otra cantidad en divisas. Todos los implicados están en libertad.
'Sacerdotisa chamánica'
En la comarca de Berguedá (Barcelona) hubo dos detenidos. Los agentes actuaron cuando iba a comenzar un ritual en el que, con distintos pretextos, se ofertaban sustancias psicoactivas con grave riesgo para la salud. Entre los arrestados estaba una mujer que se anunciaba como 'sacerdotisa chamánica, psicoterapeuta y 'coach'', y que ofrecía a los fieles técnicas como reiki, PNL o registros 'akashicos'. Era presentada como 'mujer medicina' por las sustancias que suministraba y en las celebraciones era asistida por el 'músico medicina'.
Durante las ceremonias se seguían rituales cuyo objetivo era el consumo de ayahuasca, que presentaban como medicina. Los detenidos, en libertad también, la utilizaban como herramienta para captar y controlar a los asistentes a sus sesiones, así como fuente de ingresos. En algunos casos, tal como sucedía en Asturias, estas sustancias eran utilizadas como terapia sustitutiva de la medicina convencional, lo que facilitaba la manipulación mental y colocaba a los consumidores en una situación más vulnerable.
Estos grupos captan a los fieles por redes sociales abiertas y parten del engaño, porque no informan ni de sus métodos, ni de su doctrina, ni de su objetivo de controlarlos, porque como es lógico bajaría su clientela. «Les llevan a los lugares de retiro, donde por supuesto no hay nadie capacitado para atender a quien sufra un problema médico. En cuanto hay consumo de sustancias psicoactivas sin autorización médica ya existe un delito contra la salud pública», explican las policías.
Cada 'retiro' dura como poco una noche y empieza la tarde anterior, pero también los hay de fin de semana, más 'profesionales'
«No se han detectado muertes relacionadas de forma directa con esos consumos, pero hay que tener en cuenta que los efectos duran muchas horas y la víctimas pueden sufrir las consecuencias cuando ya ha terminado el ritual y abandonado el lugar de la reunión. Y en ese caso es complicado establecer la relación causa-efecto», añaden las investigadoras.
Este tipo de sectas ha crecido mucho, también desde la pandemia, que ha creado un ambiente propicio para ello. En la redes se vende el mensaje de que esas sustancias son inocuas, por ser naturales, y las víctimas no valoran el riesgo de consumirlas. Sus efectos son alucinaciones, brotes psicóticos, taquicardias, hipertensión... «Los fieles pagan en torno a 150 euros por toma o por retiro, y tienen la posibilidad de probar varias sustancias, cada una con su tarifa correspondiente», explican las especialistas.
Cada 'retiro' dura como poco una noche y empieza la tarde anterior, pero también los hay de fin de semana, más 'profesionales' en los que también se dan charlas, se intercambian de experiencias e interpretaciones de lo vivido, por supuesto todo ello dirigido por el líder como el 'ser superior' que los adeptos creen que es, entre otras cosas como efecto de las sustancias.
Los consumos, además, se visten con rituales –«no es un botellón, para entendernos», explican las policías–, sino que se envuelve en un halo de espiritualidad, con músicas que invitan a la introspección y la utilización de copas o cálices que les ofrece el chamán. «La sustancias, de esta forma, adquieren un valor mayor, diferente».
Muchas veces las víctimas no se reconocen como tales e incluso tras salir del grupo justifican algunas cosas que han vivido, incluidos los castigos
El líder sectario utiliza técnicas de manipulación y a medida que ve que el individuo es permeable empieza a ser controlado por el grupo. «Ya hemos detectado personas que han sufrido problemas económicos, que han hecho regalos muy caros a su líder. En ese momento no se dan cuenta e incluso años después justifican algunas cosas, hasta haber sufrido castigos. Muchas veces es un familiar, o un amigo el que mejor percibe esa realidad; hay que tener en cuenta que el que participa lo hace de forma voluntaria, así que no se ven como víctimas de nada», explican las investigadoras.
El caso más grave es el de las sectas destructivas tradicionales como la descubierta por la Policía a finales de marzo pasado en la finca La Chaparra, a ocho kilómetros de Vistabella del Maestrat, un pueblo de 350 habitantes situado a 70 kilómetros de Castellón. Dirigida por Antonio G. L., alias 'Tío Toni', este individuo, fallecido en mayo en prisión, hacía creer a sus fieles que era un 'enviado de Dios'. Dos de ellos fueron asimismo encarcelados por colaborar con él en sus actividades criminales. Se les acusaba de cometer delitos sexuales contra adultos y menores, de trata de seres humanos y exhibición de pornografía a niños.
La secta operó durante al menos tres décadas en la masía, de gran extensión, aislada y blindada del exterior con un vallado y cámaras de seguridad. Allí vivían varias familias con niños. Doce de las víctimas, entre ellos dos niños de 8 y 13 años, fueron liberadas por la Policía, que irrumpió de madrugada en la propiedad. Los menores quedaron bajo tutela de la Generalitat valenciana. 'Tío Toni' impuso entre sus fieles una mezcla de creencias cristianas, ritos esotéricos y falsas promesas sanadoras con los que sometía su voluntad. Para ello utilizó manuales inspirados en nuevas corrientes espirituales, estampas con imágenes pseudorreligiosas y reliquias.
Aunque las expertas de la Comisaría General de Información no quieren hablar de este asunto concreto, que aún está bajo investigación, explican que «este tipo de secta destructiva tradicional se caracteriza por la permanencia de los adeptos, su aislamiento de la sociedad, la obediencia ciega al líder y su carácter pseudorreligioso».
¿Víctimas o verdugos?
«A veces –añaden–, es difícil distinguir cuándo una persona es víctima o colaborador, hacen a otros lo que mismo que han sufrido ellos. Asumen que es lo que deben hacer, no ven otra opción». De hecho, en los grupos sectarios más grandes hay niveles jerárquicos en función de la cercanía al líder, de la que todos quieren 'disfrutar.' Además, su naturaleza cerrada hace que sean difíciles de detectar desde el exterior, de ahí que a veces, como sucedió en Castellón, pueden funcionar durante décadas con total impunidad.
La investigación para la Policía es complicada, porque hay que demostrar que la voluntad de las víctimas está viciada, salvo que sean menores, en cuyo caso no hay duda. En ocasiones las captaciones se producen antes de la mayoría de edad. Una vez cumplida ésta, los adeptos abandonan a sus familias, que son ajenas a todo ese proceso hasta ese momento.
Para las investigadoras de la Comisaría General de Información «la clave es la visibilidad; que la opinión pública sea consciente del peligro de este fenómeno, que arruina familias enteras». La Policía tiene abierto un correo electrónico, sectasdestructivas@policía.es, para recibir informaciones de las actividades de estos grupos.
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