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El semillero de la innovación más resiliente

La estrecha y afianzada conexión de los centros tecnológicos con el mercado se traduce también en la creación de startups de largo recorrido

Centros tecnológicos, la élite de la innovación empresarial en España

El sistema desarrollado por Neos Surgery: una abrazadera que permite al cirujano fijar un colgajo óseo estándar para cerrar el cráneo tras una neurocirugía
María José Pérez-Barco

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Van varios pasos por delante de su tiempo, adelantándose así al futuro. Es decir, que los 79 centros tecnológicos que existen en España son la punta de lanza de la innovación más disruptora. Algunos ya han cumplido incluso medio siglo, como el Instituto de Tecnología de la Cerámica o el centro Ikerlan. Los hay en los que trabajan más de mil personas. Y todos están muy presentes en el sector en el que se especializan con la férrea vocación de impactar en el entorno empresarial más cercano. Participan en la industria agroalimentario, en la construcción, en la del calzado o del juguete hasta en la aeronáutica-espacial o en la biotecnología. Pueden estar tanto investigando un nuevo material para edificaciones como desarrollando el último avance en nanotecnología o computación cuántica. Tan vanguardistas son que a veces desarrollan soluciones que dan respuesta a necesidades y retos tan punteros que incluso no hay mercado que las absorba en el presente, o es todavía muy incipiente.

Hoy día estos filones de la ciencia y de la investigación se han convertido en un semillero de nuevas startup que se consolidan en el tiempo dando lugar a empresas maduras. El 95% de las spin-off que nacen de los centros tecnológicos siguen operativas cinco años después de su creación, cuando en el ecosistema emprendedor solo el 30% de las startup sobreviven 3,1 años, según el 'Mapa del Emprendimiento 2023', elaborado por South Summit.

Eso ha ocurrido en las startup surgidas de los 49 centros tecnológicos y de las cuatro agrupaciones autonómicas (aglutinan varios centros de una zona), distribuidos por toda nuestra geografía que están asociados a Fedit, la Federación Española de Centros Tecnológicos. Entre todos cuentan con una plantilla que supera las 9.500 personas y dan servicio a unas 25.000 empresas cada año. En 2022 adquirieron ingresos por un valor de más 718 millones de euros y realizaron más de 19.000 proyectos de I+D+i. A partir de todo ese valor y de esa colosal fuente de innovación han aparecido 36 spin-off, de las que 34 siguen en el mercado cinco años después.

¿Cuál es el secreto para conseguir que estas startup se conviertan en empresas veteranas? «Cuando un centro tecnológico crea una startup no es una propuesta con tanto riesgo. Somos más prácticos, tenemos una visión del mercado más cercana a la realidad. Por eso perviven nuestras startups. Quizás creamos menos, pero sabemos cómo va a evolucionar ese mercado: vamos sobre seguro», afirma Áureo Díaz-Carrasco, director ejecutivo de Fedit.

Los centros tecnológicos suelen acompañar a sus startup durante todo (o buena parte) del camino de su desarrollo. Bien como socios principales (o con mucho peso) o bien con apoyo tecnológico. «El propio centro suele tener departamentos que dan soporte en gestión empresarial y emprendimiento al investigador. Es uno de los problemas que tienen otras startups: un investigador universitario sabe sobre tecnología pero si no está bien asesorado por profesionales que le hablen de capital semilla, fondos de inversión, de esa estructura que necesita para sacar adelante la empresa, lo va a tener muy complicado», reconoce Díaz-Carrasco.

Las empresas acuden a los centros tecnológicos en busca de innovación, cuando necesitan una mejora o una nueva tecnología o posicionamiento. Sin embargo, estos centros también analizan tendencias y desarrollan soluciones de «motu propio». Cuando dan con las teclas de una tecnología disruptora que va a tener mercado, intentan ofrecerla antes a una compañía ya consolidada que le dé salida. «Pero a veces no es fácil encontrar una empresa tan avanzada para trabajar con nosotros, depende del nivel de disrupción de la tecnología que estamos creando. Es más fácil que absorban proyectos menos avanzados. Si el riesgo es mayor, la opción más viable es ir a la creación de una nueva empresa. Un centro tecnológico no tiene la capacidad de explotar comercialmente la tecnología, por eso recurre a la creación de una startup», expone Díaz-Carrascosa.

Nuevos implantes

Y las hay que apuestan por soluciones difícilmente imaginable por el resto de los seres humanos y que se van abriendo camino en el mercado a lo largo de los años. Neos Surgery, por ejemplo, se ha ganado su espacio en el competitivo mercado de los implantes quirúrgicos. Con sede en Barcelona y en San Sebastián, esta empresa, que nació como tal en 2007, ha estado acompañada desde el primer momento por el centro tecnológico Eurecat y poco después por Tecnalia.

Ha conseguido desarrollar un cierre craneal con una tecnología muy específica que ya está consolidado en el sector. Se trata de una abrazadera que permite al cirujano fijar un colgajo óseo estándar para cerrar el cráneo tras una neurocirugía. «Así el cráneo queda totalmente alineado y vuelve fusionarse. El cierre tiene un diseño muy especial que va unido a un proceso de producción donde se lleva al límite un material biocompatible denominado Peek», que es un polímero termoplástico, cuenta Lluís Chico, director general de Neos Surgery.

Peek es el futuro de los implantes quirúrgicos, augura Chico. «Va a sustituir a largo plazo al titanio que se utiliza en las prótesis porque es más inerte, se adapta mejor a nuestro cuerpo, tiene más posibilidades de diseño y a un coste más razonable», defiende.

En nuestro país hay 79 centros de innovación

Al material Peek, Neos añadió fibra de carbono y consiguió otro implante para unir el esternón. «Ahora se utiliza una técnica muy obsoleta que une este hueso con alambres de acero, el paciente sufre mucho disconfort, es una técnica muy inestable y la cicatrización es más lenta. Nuestro cierre consigue más fuerzas para unir el esternón y con mayor estabilidad en todas las direcciones», explica Chico.

Este dispositivo ya se comercializa en EE.UU., un mercado más abierto a las innovaciones, como comenta Chico. En Europa lo hará en breve. «Es mucho más complicado introducir nuevos dispositivos médicos en el Viejo Continente porque genera unos costes regulatorios enormes», se queja.

Neos Surgery sigue trabajando en un nuevo implante para la hernia discal lumbar. «Somos los primeros en el mundo en conseguir una solución para cerrar la hernia discal. Tenemos validado clínicamente en España un producto muy sofisticado y vamos a comenzar los estudios en pacientes en Europa». Pero llevará tiempo hasta que pueda comercializarse, porque en este sector desde que se concibe un producto hasta que sale al mercado suelen pasar diez años. De ahí que el apoyo de Eurecat y Tecnalia haya sido decisivo. «No habríamos sobrevivido sin el respaldo de estos centros tecnológicos que tienen vocación de crear industria de valor añadido en el territorio. Además, el entorno de un centro tecnológico está conectado con toda la red de financiación pública más competitiva. Y esto nos ha posibilitado poder acceder a fuertes subvenciones, además de contar con fondos de capital riesgo que han creído en nuestros productos». De hecho, Neos Surgery ha recibido una financiación de 1,9 millones de euros del programa EIC Accelerator, que concede el Consejo Europeo de Innovación, para validar clínicamente el dispositivo para la hernia de disco lumbar. Y Eurecat y Tecnalia siendo sus socios.

Aceite industrial

También el centro tecnológico vasco Tekniker sigue siendo el socio mayoritario de Atten2, que apareció en 2012 para comercializar una tecnología que se venía investigando años atrás en los laboratorios de aceites industriales de Tekniker. «Hemos desarrollado unos sensores ópticos (alguno con visión artificial) para identificar partículas de desgaste, compuestos y burbujas en aceites que lubrican máquinas», explica Eneko Gorritxategi, CTO de Atten2.

Para entender esta solución, la compara con un ejemplo médico. «Hacemos lo mismo que en un análisis de sangre donde se miden diferentes parámetros -detalla Gorritxategi-. Nosotros analizamos el aceite que pasa por las máquinas para ver cómo está y evaluamos y predecimos cómo está esa máquina para poder anticiparnos a fallos futuros».

Sensor de Atten2 que detecta partículas contaminantes o de desgaste en el aceite que lubrica las máquinas permitiendo así que se pueda predecir una avería

La ventaja de esta tecnología es que se puede utilizar en cualquier tipo de maquinaria que necesite un lubricante, de cualquier sector, desde una turbina de gas o de vapor, hasta tuneladoras para minas, motores de coches y en aerogeneradores eólicos. Así que los sensores de Atten2 se pueden encontrar en cualquier parte del mundo. «En Iberoamérica, Australia, EE.UU. y Canadá trabajamos para varias empresas mineras», dice Gorritxategi. Y eso también les ha permitido crecer. «La facturación aumenta un 40-45% cada año -añade Gorritxategi- y hemos pasado de dos a 15 personas. Hemos incorporado perfiles de marketing, comercial y estrategia empresarial que dan soporte a la visión técnica que tenemos los investigadores».

Atten2 lleva impreso en su ADN la investigación. Por eso sigue buscando nuevos sensores para medir las características de otros fluidos industriales. Y «Tekniker sigue ofreciendo su soporte técnico. Es un centro que está muy enfocado a la investigación aplicada para dar soluciones a las necesidades de las empresas del entorno y que sean más competitivas», considera Gorritxategi.

Bioplástico

El centro tecnológico Itene tampoco se despega de la startup Adbioplastics, que nació de sus laboratorios en 2014. «Si no hubiéramos tenido a Itene habría sido imposible desarrollar el proyecto. Habría sido una innovación más que se queda en el cajón», asegura Carmen Sánchez, Chair and CEO de Adbioplastics.

Esta startup ha conseguido un aditivo que mejora las propiedades de un bioplástico denominado PLA que es compostable, es decir biodegradable. «Este bioplástico procede de productos naturales como la remolacha y la caña de azúcar. Pero en estado virgen sus propiedades resultan limitadas para ser utilizado como envase. El aditivo que hemos desarrollado mejora esas propiedades. Obtenemos un PLA Premium que puede ser utilizado en muchas aplicaciones: como 'packaging', impresión en 3D... Y sigue siendo compostable. De hecho en tres meses empieza a desintegrarse», explica Sánchez.

Sus aplicaciones son infinitas. Se puede utilizar para film y envases en alimentación; para tarros de cremas cosméticas o en etiquetas y perchas para el textil, incluso para productos de ortopedia.

Imagen principal - Diversos envases realizados con bioplástico de PLA Premium, de la startup Adbioplastics, y filamentos con el mismo material para una impresora 3D
Imagen secundaria 1 - Diversos envases realizados con bioplástico de PLA Premium, de la startup Adbioplastics, y filamentos con el mismo material para una impresora 3D
Imagen secundaria 2 - Diversos envases realizados con bioplástico de PLA Premium, de la startup Adbioplastics, y filamentos con el mismo material para una impresora 3D
Diversos envases realizados con bioplástico de PLA Premium, de la startup Adbioplastics, y filamentos con el mismo material para una impresora 3D

El aditivo se logró producir en los laboratorios de Itene, «unos dos litros -recuerda Sánchez-. Y decidimos crear la 'spin-off' para llevarlo al mercado. Con fondos europeos conseguimos producir a escala industrial y ahora empezamos a tener ventas interesantes». No ha sido nada fácil: «Hay que demostrar a las empresas que el producto sirve a sus necesidades: para un tarro cosmético o para un envase de alimentación. Tiene que cumplir normas de seguridad, una vida útil, que no cambien las propiedades del contenido... Hemos llegado a estar ocho meses probando un solo proyecto», cuenta Sánchez.

Industria 4.0

En proyectos de I+D del Instituto Tecnológico de Galicia (ITG) se comenzaron a fraguar las piezas que conforman la plataforma de monitorización de IoT para la industria 4.0 desarrollada por la startup Flythings. «Llevábamos años trabajando en proyectos sobre aguas, agricultura, energía... y siempre veíamos una necesidad común: captar los datos y poder gestionarlos», cuenta Óscar González, del equipo directivo de Flythings.

En aquel 2017 ya se empezaba a hablar de una nueva tecnología, el 'big data'. Y fue cuando Flythings comenzó a testear su primera plataforma en el mercado. «Uno de los primeros escenarios fue telecomandar ciertas acciones de la red de iluminación de una ciudad: apagar y encender las luminarias con una programación. La tecnología entró en una fase de mercado y había demanda», cuenta González. Entonces nació la startup Flythings. «Nos dimos cuenta que era una solución transversal y podíamos explotar el dato en cualquier sector. Nos daba igual monitorizar agua, que parámetros de calidad del terreno o contar piezas en la industria».

Óscar González muestra los datos que refleja la plataforma de IoT de Flythings que permite la analítica predictiva y la inteligencia operacional

De la aceleradora Business Factory Auto en Vigo consiguieron el asesoramiento empresarial. Y de la mano de la aceleradora vasca Bind 4.0 entraron en el ámbito industrial. «Comenzamos a hacer mantenimiento predictivo en una fábrica de neumáticos. Monitorizamos una máquina que daba forma al neumático y costaba un millón de euros. Si se paraba no solo afectaba a la producción de esa planta sino también a otras factorías europeas».

La plataforma ha ido evolucionando con nuevos desarrollos. «Aplicando inteligencia artificial podemos actuar antes de que una máquina se averíe. Incorporando visión artificial podemos visualizar los elementos de una máquina y generar alertas cuando el control de calidad está por debajo de los parámetros. Ahora hemos incorporado el lenguaje natural. Hemos escalado de la simple adquisición de datos a poder conocer el comportamiento que va a tener lo que monitorizamos. Incluso podemos simular y alterar ese comportamiento en su gemelo digital», cuenta González. Hoy el centro tecnológico ITG forma parte del accionariado. «Su inyección económica nos ha permitido avanzar», asegura González.

Así maduran las startups que nacen del semillero innovador que cultivan los centros tecnológicos españoles.

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