Torrejón
Faena de cañas y barro de Ginés bajo la tormenta perfecta
Con el ruedo convertido en un barrizal y mientras llovía a mares, el extremeño cuaja una valiosa y meritoria obra, premiada con dos orejas
El festejo, que debió de suspenderse en el primero, acabó cuando se arrastró al tercer toro
Oda a la lentitud y la alegría
Torrejón de Ardoz (Madrid)
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Iniciar sesiónLa tormenta perfecta caía sobre el ruedo de Torrejón. Asustaba el centelleante cielo, los rugidos de garganta profunda y un remolino de viento que sacudía hasta el techo de la plaza. Los que no tenían paraguas se resguardaban en la zona cubierta, pero ... es que hasta allí también llegaba el aguacero. Las teclas del Lenovo se inundaron y la funda volaba como la cometa de unicornio de la feria que se le había escapado a un niño. La gente se apretaba como si se avecinara un naufragio sin más flotadores que las almohadillas de plástico. Daba miedo. A todos. Menos a los toreros. Cuando la gente ya se había hecho a la idea de que la faena de Cayetano había sido la única de la tarde y de que se anunciaría la suspensión, sonó el clarín de la salida del segundo toro.
«¿Cómo?», «¿qué?», ¿están locos?», se preguntaba la gente antes corear un «¡fuera, fuera!». Ninguna mente en su sano juicio hubiese tirado para delante, pero, ilusos de nosotros, olvidamos por un instante que los autores de la obra no eran hombres comunes, sino superhombres.
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Su saludo capotero bastó a Ginés Marín para cambiar los «¡fuera, fuera!» por «¡torero, torero!». Torerazo desde el saludo por verónicas y chicuelinas. Como si estuviese toreando sobre una alfombra en el patio de su casa, cuando lo cierto es que toreaba sobre un barrizal completamente encharcado. Una albufera parecía el redondel sobre el que esculpía un empapado quite por Chicuelo y Tafalla. Brindó al público y se asentó entre las cañas y el barro, con las manoletinas cubiertas de agua y hundiéndose como un viejo barco. Poco le importaron los contratiempos al extremeño, que corría la mano majestuosamente sobre la derecha y, crecido, se inventaba una arrucina entre el «ay» del público y el chapoteo del agua.
Tuvo que cambiar de muleta, que pesaba un quintal. Los rayos dibujaban grafitis en el cielo cárdeno. Y Ginés trazaba zurdazos, por donde al noble toro le costaba un mundo, pues fue su lado bueno era el derecho. Cuando ya llevaba unos cuantos muletazos, el de Castillejo cantó la gallina y huyó sin mirar lo que dejaba atrás. Tuvo que cruzar de punta a punta el ruedo Ginés, al que le no quedó otra que coger la espada. No traía una muerte rápida el trasero espadazo y oyó un aviso, pero la gente le recompensó su esfuerzo y su épica con dos merecidas orejas.
Hizo bien el presidente en cambiar el tercio también en el tercero con dos palos, pues banderillear suponía un trago y un tremendo riesgo. Patinaba como una pista de hielo el círculo de la calle Minotauro. El más cuajado de lo que iba de feria era este Receloso, con el que Amor Rodríguez dejó algún pasaje de ilusionante desmayo. Difícil fue darle matarile al rival, que echaba la cara arriba. Un mal rato pasó Amor, que se eternizó mientras sus paisanos le inyectaban ánimo con sus aplausos.
Mientras arrastraban a este tercero, se anunció por megafonía que se suspendía la corrida. Ya había dado cuenta cada matador de uno de su lote. Manejables los tres lidiados de Castillejo. Mientras comenzaba a llover, Cayetano esperaba sentado en el estribo a Bribón con una torera apertura por ayudados. Como el niño más obediente de la clase atendía el toro a la muleta, que ligó sin apreturas aprovechando la repetición. Qué bueno era Bribón. El premio estaba cantado, pues el público jaleó mucho al madrileño; sin embargo, el acero se interpuso en el camino del premio.
Feria de Torrejón
- Plaza de toros de Torrejón. Lunes, 19 de junio de 2023. Última corrida de la feria. Más de media entrada. Toros de Castillejo de Huebra, manejables.. Corrida suspendida en el tercer toro.
- Cayetano, de azul rey y oro. Media muy tendida y dos descabellos (ovación).
- Ginés Marín, de corinto y oro. Estocada trasera. Aviso (dos orejas).
- Amor Rodríguez, de tabaco y oro. Dos pinchazos, estocada baja enhebrada, pinchazo, otro hondo y descabello. Aviso (aplausos).
Con una pitada incomprensible despedirían luego a Cayetano, el mismo al que antes habían aplaudido de lo lindo. «¡Torero, torero!», sonó para Amor Rodríguez. Y Ginés Marín, pese a sólo lidiar un toro, se marchó a hombros por la puerta grande de Torrejón. Mucho mérito de matadores y cuadrillas de rematar medio espectáculo bajo esa lluvia a mares y ese barrizal. Impracticable en la anochecida.
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