Mark Fisher, el zahorí de los nuevos malestares del siglo XXI
Caja Negra publica la transcripción de sus últimas clases en Goldsmiths y el próximo martes 28 hay un coloquio en CondeDuque sobre su legado
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Iniciar sesiónEl viernes 13 de enero de 2017, un mazazo percutió cual fantasma de las Navidades Astilladas en la universidad de Goldsmiths, en Londres: Mark Fisher se había suicidado. Y, valga la triste ironía, ya no habría más mañanas de lunes deprimentes, como se titulaba ... su 'playlist' en el blog K-punk. En aquel momento, el filósofo dirigía un posgrado en el máster de Teoría de Arte Contemporáneo, y la transcripción de aquellas últimas clases se acaba de publicar: 'Deseo postcapitalista' (ed. Caja Negra), en donde encontramos a un profesor sofisticado, coñero y empujador de la mente. En España, tras su desaparición, se convirtió en cierto referente de una nueva izquierda sesuda.
«El mayor reto a nivel intelectual al que nos enfrentamos es imaginar el fin del capitalismo. Hay gente que lo está inventando», decía la joven cineasta Gala Hernández, en una entrevista reciente en ABC Cultural, en donde salió el nombre de Fisher. O hace unos años, el también cineasta y escritor Julián Génisson nos comentaba: «Estaba pensando en esta idea de moda, esto de Mark Fisher de cancelación futura, de que todas las promesas de un futuro en el que todo iría bien ya se nos dieron antes y ese futuro ya no existe». ¿Cómo llegó a nuestras mentes? El martes 28 en el CondeDuque (Madrid) habrá un encuentro sobre su legado: 'Mark Fisher después de Mark Fisher. Lecturas, imágenes y ritmos para una nueva (des)composición del mundo'.
Matt Colquhoun es su discípulo. Se matriculó en Goldsmiths a finales de 2016 solo por poder ir a sus clases y a las de Kodwo Eshun, el ensayista y cineasta británico-ghanés especializado en cibercultura. Preguntas de este cariz atravesaban el aula de Fisher: '¿Se puede desear el fascismo?'. Pero no pudo asistir a ninguna, sí muchos de sus amigos. Sin embargo, Colquhoun escribió 'Egreso', el primer libro sobre Fisher tras su deceso, y cuyo punto de partida es el momento en el que un grupo de sus alumnos recibe la noticia de su suicidio.
¿Puede ser la muerte el punto de partida de algo? «El 'espacio de duelo' abierto entre colegas, compañeros y amigos se convierte en la incitación ideal para el abordaje de uno de los mayores interrogantes fisherianos: ¿Qué tipo de lazos comunitarios podemos aún cultivar bajo las formas atomizadas de existencia contemporánea?», reza la editorial Caja Negra.
Pero: ¿Cuáles fueron las grandes ideas fisherianas? Abogaba por el aceleracionismo, que busca acentuar el capitalismo y su intersección con la tecnología para provocar un roto que abra paso al poscapitalismo que libere fuerzas productivas «cautivas bajo la ideología neoliberal, para redirigirlas hacia objetivos comunes». Por ejemplificarlo: «¿Es posible concebir a la inteligencia artificial, la biotécnica y el dinero virtual como algo más que medios de producción optimizados para la obtención de rendimiento económico?»
En un contexto, recordemos, en el que «no hay alternativa» (Margaret Thatcher dixit) y «es más fácil imaginar el fin del mundo que el del capitalismo», que decía Jameson. Las grandes obsesiones de Fisher, ya desde K-punk, fueron los privilegios de clase, la precariedad y la depresión, las formas poscapitalistas del deseo, la hauntología y el realismo capitalista, y se le recuerda también por sus textos sobre música («Era conocido por ellos. A mucha gente le introdujo, por ejemplo, en Burial o The Caretaker»).
Errores deshonestos
Slavoj Žižek considera que Fisher hizo «el mejor diagnóstico del dilema que tenemos» sobre este concepto de 'Realismo Capitalista'. Es decir: «La precarización del trabajo, la intensificación de la cultura del consumo, la expansión de la burocracia y de los mecanismos de control social, la gerencialización de la política, la mercantilización de la educación y el aumento de padecimientos mentales que se muestran no como 'errores honestos' de un sistema que tiende al bien común, sino como dispositivos orientados a bloquear toda capacidad colectiva de transformación. El único antídoto posible esbozado pasa por la revitalización de una esfera pública que asuma las raíces sociales de nuestra infelicidad».
Colquhoun, que define a Fisher como alguien «divertido, generoso y afable», recuerda que su estado emocional era tenso aquellos días aciagos. «En las clases todo parecía ir bien: era enérgico, generoso, entusiasta. Todo lo que sientes en las transcripciones publicadas es fiel a la realidad. Fuera de clase, sin embargo, Mark estaba visiblemente deprimido y vacío cuando el primer semestre del año llegaba a su fin. Era difícil verlo así».
El autor de 'Los fantasmas de mi vida' fue un escritor destacado en el Reino Unido y sus dos primeros libros fueron muy populares. «Diagnosticó mejor que nadie el malestar del Reino Unido de principios del siglo XXI. Aunque el 'Realismo Capitalista' se considera un diagnóstico global», cuenta su pupilo, que hace una observación clave: «En lugar de que su análisis fuera pesimista, era más bien negativo: un intento de sacudirnos de nuestro malestar criticándolo enérgicamente».
Sin embargo, se produjo «una reacción violenta a Mark en el Reino Unido. Su polémico ensayo 'Exiting the Vampire Castle' fue en parte responsable (sus críticas a un moralismo de izquierdas fueron muy controvertidas. Sostenía que la izquierda era demasiado susceptible de combatirse a sí misma con más fuerza que a las estructuras que la frustraban). Mi tarea autoelegida consistía en demostrar cómo esta desautorización popular confundía a Mark». Y, así, mientras su popularidad menguaba en su país natal, «desestimado como un melancólico cazador de fantasmas», su figura como «despertador de conciencias se hacía prominente en otros países».
Así ocurrió en Latinoamérica y España, conectando especialmente con los jóvenes. «Es un caso extraño, porque se trata de una persona que frisa los 50 y su formación cultural es típicamente británica. Entiendo que hay una cuestión fundamental que es el vínculo que establece entre los problemas de salud mental, las cuestiones de ansiedad, sobre todo de las nuevas generaciones, y la problemática de la sociedad contemporánea, las injusticias, el capitalismo», analiza Germán Cano, autor de 'Mark Fisher: los espectros del tardocapitalismo'.
Ambos expertos coinciden en que el filósofo, «con muchas expresiones que son ahora lenguaje común de la izquierda británica», no es que fuera el único y más original sino que «fue capaz de realizar una traducción de los malestares cotidianos y sintetizar cuestiones que quizá eran debates de ámbitos académicos. Esa fue una virtud importante como intelectual. Y es un pensador que más allá de su obra generó una red de comunicación, apoyó mucho a teóricos jóvenes y creó una atmósfera muy fructífera. Tuvo una presencia carismática en las nuevas generaciones y creo que sí hay un 'Efecto Mark Fisher' que todavía resuena en nuestra época», reflexiona Cano.
Y Colquhoun recalca: «Fisher identificó enseguida una serie de razones personales para su depresión, entre ellas experiencias traumáticas desde joven, pero siempre se esforzó por hacer de lo personal algo más productivamente impersonal. Veía la crisis de salud mental de forma similar a la crisis climática: como el producto de imposiciones estructurales dentro de la propia sociedad. Y los tratamientos para la depresión -medicamentos farmacéuticos, diversas formas de terapia- como respuestas limitadas a problemas mucho mayores, ya que interpretamos las causas de la depresión sin cambiar el mundo que nos rodea».
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