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Esquelas de ABC: Gloria y memoria

El revuelo provocado por una esquela que publicamos el lunes confirma la vigencia de estos anuncios con mil y una anécdotas y conflictos domésticos

Día 07/10/2012

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A nadie se le oculta que desde su nacimiento en 1903 ABC se incardinó de tal manera en la vida española que incluso se ha convertido en motivo de frases que, como las coplas, se han hecho populares sin que nadie recuerde el autor. Así lo del «ABC es el desayuno imprescindible de todos los españoles» que, sí, lo escribió Pemán alguna vez, pero él aseguraba que ya lo había oído en su mocedad, en Jerez, allá por los años veinte del siglo pasado. Otra es la de «uno no se muere si no aparece su esquela en ABC». Y aquí me huelo que sí, que ciento diez años después de la aparición de ABC, si uno no «sale» en la esquela del periódico es que no se ha muerto de verdad.

El cine y la literatura

Los españoles somos muy dados al culto a la muerte, cosa que me parece muy saludable; porque si hay algo cierto para todos es que en este convento no nos quedamos ninguno y más tarde o más temprano andaremos criando malvas por esos cementerios de Dios. De ahí el éxito de los seguros post-mortem, que te gestionan sepultura, féretro, entierro y desde hace una temporada hasta esquela en el periódico. Algún escéptico dirá aquello de «después del burro muerto, la cebada al rabo»... Pero son los menos. Yo todavía he conocido algún personaje que había comprado el féretro en vida y lo tenía magníficamente guardado debajo de la cama. Cuestión de gustos y de tranquilidades.

Pero vayamos a las esquelas. Las esquelas en ABC son una tradición. ¿Os acordáis del marqués de Leguineche, inolvidable Luis Escobar, leyendo, en la cama, las esquelas de ABC en «La escopeta nacional»? ¿O la esquela con que se abría «Cinco horas con Mario» de Miguel Delibes y las alusiones a ABC en el monólogo? Sólo por poner dos casos. La historia de mi paisana, doña Soledad Hernández Rodríguez, viuda del coronel don Honorio García Polo, cuya esquela del pasado lunes tanto revuelo ha armado, es una anécdota más en la larga lista de sucesos vividos. Aquí se han publicado el mismo día dos esquelas, del número 3, que son muy nobles, de un ilustre prócer. En la de arriba aparecía la esposa y los hijos legítimos. Y en la de abajo la de la querida -como se decía entonces- y la de los hijos habidos con ella. No hace tantos años. Y no es cuestión de reproducirlas porque los hijos de una y otra coyunda viven todos.

Un difunto con dos proles

Una Princesa de la sangre casada -y separada- de un ciudadano español cometió la generosidad de dedicar una esquela al difunto donde aparecía ella y su larga prole. Lo que no se esperaba era el cabreo que se iba a tomar la segunda esposa del difunto, con quien había una hija, a las que intentamos calmar... con otra esquela en la que aparecían las dos solas como legítimas. En fin...

Cuando murió la madre del Generalísimo Franco, doña Pilar Bahamonde, sus hijos decidieron ponerle la esquela en ABC. Era el año 1934. Todos tenían veneración por aquella dama de cristianas virtudes y quisieron honrarla con devoción. A ninguno de ellos se le ocurrió poner en la esquela a su padre, don Nicolás Franco, que tan mala vida le dio y que andaba entonces «arrejuntado» con una gallega en un piso de la calle de Fuencarral. En 1934 no sabía el Caudillo lo que aún tendría que aguantar hasta la muerte de su progenitor, a mediados de los años cuarenta. Don Nicolás se amorapiaba más de lo debido y se dedicaba por las barras de las tabernas a insultar a su hijo. Imagínense la escena... Y en los años cuarenta.

Ausencias notorias

A veces, en las tertulias de la nobleza -que se siguen haciendo- sólo se habla de las esquelas de ABC. Por mi paisana doña Soledad hemos sabido lo mal que se portaron -según sus últimas voluntades- sus hermanos y su hija. No sabemos, sin embargo, con detalle, lo que se cuece en esas reuniones de nobles donde se comenta por qué en la esquela no ha aparecido tal hijo o tal yerno, los líos que hay por medio, las agarradas económicas... e incluso más, la pelea de los herederos de aquel aristócrata venerable, historiador por más señas, con la cuidadora de su difunto padre, a la que ellos no pusieron en la esquela como «su fiel servidora», porque ella se llevó, en cambio, un par de magníficas fincas en la Mancha. Así es la vida.

El despecho o la maldad suelen llegar también a este terreno. Hace años -en la década de los ochenta- apareció en ABC una esquela impecable de datos, fechas, hijos, hijos políticos, nietos, entierro, hora de funeral... de un señor que estaba vivo y que se desayunó esa mañana -al estilo de Pemán con el ABC en la mano- ... y con su esquela correspondiente. Por más que nos movimos no logramos saber quién fue el artífice de la canallada. Sí que se puso la esquela en una oficinita de anuncios a comienzos de la calle de Alcalá, que se pagó religiosamente y que el carné del que la puso... era falso.

En un periódico como ABC hay que estar siempre alerta por las noches con las esquelas que llegan. Gracias a eso, el periódico ha podido dar la primicia de muertes de escritores, políticos, financieros, artistas... La historia de ABC está llena de estas «exclusivas» que no fueron más que ojo avizor del que estaba leyendo las páginas del obituario. E hizo saltar la liebre. Este cronista de hoy dio la noticia de la muerte del único marido que tuvo Celia Gámez, el doctor Goenaga Alfaro, gracias a que la segunda mujer del difunto, Mary Cruz Garijo, colocó la correspondiente esquela. Y así pudimos rememorar lo que fue la boda más popular de los años cuarenta en los Jerónimos de Madrid y con Millán Astray de padrino y llamando a la Legión para que pusiera orden en la multitud. Casi nada...

Por otro lado, periódico hubo que al nacer y para atraerse a los futuros anunciantes de esquelas, esperaba la primera edición de ABC, las copiaba y no se las cobraba a sus usuarios. Hasta que empezaron a tener problemas, porque no es lo mismo que una esquela salga en ABC que en otro medio. El escándalo mayor lo montó la viuda de un famoso escritor y periodista al ver esa esquela espúrea y creer que la había puesto la amiguita que, según ella, tenía el difunto. Fue tal el alboroto que empezaron a sopesar la validez de sus engaños... Y se retiraron.

Una cosa muy seria

Hace unos años, en vísperas de los Difuntos, la Asociación de la Prensa de Cádiz -no podía ser en otro sitio, donde el humor es finísimo- organizó una mesa redonda sobre este tema en la que tuve el honor de participar. Fue una de las reuniones literarias más divertidas y amenas en las que he intervenido. Y es que morirse es una cosa muy seria y por eso hay que tomárselo con un puntito de humor y de ironía. Con la conciencia tranquila y la esquela asegurada en ABC.

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