CORAZÓN DE LEÓN
CONSTANCIO GONZÁLEZ
JOSÉ María Fernández Nieto, Domingo Emilio Rodríguez Almeida, Alberto Bañuelos Fournier, José Abel Flores Villarejo, Constancio González y Enrique Baquedano son nom- bres y hombres desconocidos para el público en general; no son políticos, ni futbolistas; no aparecen en las cloacas de las teles, ni en las revistas del corazón. Estas personas tienen aficiones y ocupaciones, tan extrañas en estos tiempos, como la Literatura, la Historia, la Arqueología, la Escultura, la Oceanografía o la Fisiología; unos bichos raros, vamos, que dedican su vida al arte, a la cultura y a la ciencia, a cambio de no pocos esfuerzos y, en la mayoría de los casos, escasas compensaciones económicas… o ninguna, como el premio que acaba de concederles la Junta con ocasión del Día de la Comunidad que se celebra mañana.
El premio consiste en una medalla y el reconocimientos oficial de la tierra en la que nacieron, que no es poco; pero ni un euro, que no están los tiempos para dispendios, aunque se trate de personajes que no aspiran ni al poder ni a la riqueza, personajes acostumbrados a trabajar por amor al arte en un mundo plagado de políticos ambiciosos, deportistas endiosados y cantamañanas de tres al cuarto. En estos tiempos de nubes plomizas y amenazantes, de aires inciertos, de veletas económicas, y de paraguas políticos, es una bocanada de aire fresco descubrir por estas tierras ejemplos de superación y de la puesta en alza de unos valores que no «venden» en una sociedad para la que un partido Barça-Madrid es el mayor acontecimiento de la historia.
Entre los galardonados con los Premios Castilla y León 2011 hay un leonés, Constancio González, nacido en Renedo de Valderaduey, un pueblo de apenas cien habitantes (cuando en él nació hace 63 años había unos trescientos). Es catedrático de Fisiología Humana de la Universidad de Valladolid y director de su Departamento de Bioquímica y Biología Molecular y Fisiología desde 1995; un sabio, de quien el presidente Juan Vicente Herrera destacó su «amplia trayectoria internacional» tanto investigadora como docente, así como su afán por «recordar» a la Administración que la investigación es «un factor de progreso» y que la crisis «puede afectar» a este patrimonio.
«Hice Medicina pero siempre pensando en ser investigador. Siempre lo tuve claro en contra de las expectativas de mis pobres padres, a los que les hubiese gustado tener un hijo médico de bata blanca y fonendoscopio» recuerda Constancio González, quien no se plantea la jubilación pese que «tengo una salud mala, un proceso artrítico que me dificulta algunas tareas como dar clase, pero mi actividad fundamental, que es el laboratorio, por suerte sólo requiere corazón y cerebro, y las dos cosas afortunadamente de momento las tengo». Corazón y cerebro, cerebro y corazón. Sentimiento y pensamiento. Palabras tan extrañas como los nombres de los premiados. Así está el patio.
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