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crítica de teatro

Subprime, el teatro como espejo de la negra realidad

El toledano Federico Aguado se lució en el Rojas

Subprime, el teatro como espejo de la negra realidad Teatro de rojas

POR ANTONIO ILLÁN

Título: Subprime. Autor: Fernando Ramírez Baeza. Dirección: Ricardo Campelo. Intérpretes: Pep Munné, Chete Lera, Federico Aguado, Daniel Huarte, Aitor Gaviria, Aure Sánchez, Antonio Salazar y Jorge Lora . Escenografía: Mónica Boromello . Iluminación: José Manuel Guerra. Audiovisual: Jacobo Saro. Producción: y Subprime Teatro.Salvador Collado

Subprime es teatro de actualidad que juega con algo tan cercano al espectador como es la corrupción del sistema político y financiero, eje sobre el que gira una especie de thriller del que se desprende una moraleja terrible: si te rebelas y descubres los entresijos y las cloacas del poder, este te aniquila sin remedio. La obra de Fernando Ramírez Baeza, que recibió el premio Carlos Arniches de Teatro 2009, es una apuesta de riesgo con una peripecia que, a buen seguro, a algunos les gustaría censurar.

Dinamismo y cambios de planos en la sucesión de escenas. Audiovisuales formando parte del protagonismo de la historia que se representa, en la que más que la trama débil sobre la confluencia de intereses entre el poder de las empresas y del Estado, los bancos, las coacciones y los cohechos, la corrupción y las actuaciones mafiosas, es importante la capacidad de engañarse que tienen los individuos, la frialdad de ir cada uno a lo suyo en el gélido sistema de la avaricia, el desprecio a cualquier atisbo de humanismo. Subprime es el espejo que refleja una parte de el mundo de hoy, el de la clase dominante. El pueblo realmente no aparece ni siquiera como el sufriente perdedor de la crisis que los poderosos provocan.

La obra retrata un mundo absurdo, pero real. La trama se encauce sobre la base de un vídeo comprometido del presidente de la nación (se le graba haciendo el amor con su esposa en la entrada de los servicios de una gasolinera). La prueba visual desencadena los hechos: por un lado, una empresa compra el video para forzar al gobierno a satisfacer sus intereses, y por otro, su autor, el gasolinero, lo trata de utilizar, por una especie de venganza personal, para forzar al gobierno para que retire las tropas de Afganistán en un tiempo récord. Si al final, con un muerto incluido, resulta que es la propia esposa del presidente del gobierno la que ha tramado todo el meollo de la cuestión, la obra resulta un verdadero thriller con un enredo del que nadie sale bien parado. Incluso el guiño cienematográfico que cierra la función consigue que la crítica corrosiva se termine difuminando y haciéndose inverosímil. Quizá ese era el objetivo del autor al escribirlo, pintar una sociedad en la que la mayoría de las personas/personajes simbolizan contravalores y una situación (el sistema económico que nos rige) absolutamente inviable.

Con un lenguaje que mezcla la jerga económica y lo vulgar, unos diálogos ágiles que a veces provocan la sonrisa y otras se acercan al abismo de lo histriónico, con un humor entre amargo y ácido y unos personajes bien dibujados y muy reconocibles, se elabora un juego teatral dinámico y entretenido. Si ya es destacable el contenido y la forma de llevarlo a escena, no es menos cierto que la función se sostiene y se agranda con el excelente trabajo de los actores , con un Chete Lera sobresaliente, un Pep Munné bien de gesto y regular de voz, un excelente Federico Aguado cambiando de matices según el tono que tomaba la acción, la simpática labor de Daniel Huarte y el equilibrio profesional de Aitor Gaviria, Aure Sánchez, Antonio Salazar y Jorge Lora . Todos ellos dirigidos, en una obra que tenía mucho que dirigir, por Ricardo Campelo.

La funcional escenografía, que configura perfectamente los espacios en los que se resuelve la acción, y la iluminación bien resuelta, que singulariza y focaliza el protagonismo de unos u otros, y las proyecciones audiovisuales como parte de la trama teatral, configuran una dramaturgia moderna y sugestiva.

En el fondo Subprime, que son ellos y somos todos, está lanzando un grito desde la escena para que el público reflexione sobre lo que está sucediendo y exija la presencia de ese líder ético que la sociedad necesita frente a la banda de forajidos que la dirigen desde el sol y desde la sombra. El público del Rojas aplaudió con las manos y con el pensamiento una obra y un trabajo que, a la vez que deleita, hace pensar.

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