punto de fuga
El día después
Apenas un minuto después de nacer, pues, el Estado catalán se declararía en suspensión de pagos
Supongamos que sí, que queremos ser un Estado y además independiente. Bien, en el instante mismo del alumbramiento de la criatura, la deuda pública de la República Catalana pasaría a ascender a 160.000 millones de euros (el monto correspondiente al 16% de la española si tomásemos como criterio de reparto el porcentaje de población). Deuda que, huelga decirlo, no se podría honrar. Apenas un minuto después de nacer, pues, el Estado catalán se declararía en suspensión de pagos. Ya insolvente, su segundo acto de soberanía habría de consistir en crear a toda prisa una nueva moneda, dado que la expulsión de la Unión Europea conllevaría la paralela salida del euro. Asunto que nos traería algunos pequeños contratiempos.
Recuérdese que hicieron falta años de preparación y un complejo proceso de adaptaciones técnicas previo a la implantación de la divisa. Mas, por obvias razones de urgencia, aquellas precauciones y ensayos deberían ser soslayados esta vez. Imagínese el caos. Flamante signo monetario, el catalán, que se daría a conocer ante el mundo derrumbándose en el acto. Una caída libre, la de su tipo de cambio frente al euro, cuyo final nadie estaría en condiciones de adivinar. Sirva de indicio lo sucedido con el peso argentino tras suprimirse la paridad con el dólar, cuando perdió de golpe un 75% de su valor.
Y tradúzcanse a la economía cotidiana esos movimientos de montaña rusa. Cada tuerca industrial holandesa, cada motor de frigoríficos japonés, cada pieza de automóvil coreana, cada barril de petróleo saudí, todo lo que consumimos y que no se produce dentro de las fronteras de Cataluña vería multiplicado su precio por tres o por cuatro.
De repente. Pero eso no sería lo peor. Al contrario, constituiría una broma sin importancia ante el problema las deudas privadas. ¿Cómo pagar, por ejemplo, hipotecas en moneditas de juguete a unas entidades financieras hiper-endeudadas en euros? Ni un solo banco catalán se libraría de la quiebra inmediata; ni uno. Pero adelante con los faroles.
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