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ópera

El elixir de Ambrogio Maestri

«L'elisir d'amore».Música: G. Donizetti. Intérpretes: A. Kurzak, R. Villazón, A. Maestri, J. Martín-Royo, C. Obregón. O. S. y C. del Liceu. Dirección: D. Callegari. Director de escena: M. Gas y J. A. Gutiérrez. Lugar: Liceo, Barcelona. Fecha: 27-05-13

El elixir de Ambrogio Maestri antoni bofill

pablo meléndez-haddad

Ambrogio Maestri obnubiló a los liceístas con su arte y su presencia escénica en esta segunda reposición en lo que va de temporada de la magnífica producción de Mario Gas y José Antonio Gutiérrez de "L'elisir d'amore", ocasión en la que todas las miradas estaban puestas no en el genial barítono italiano, sino en el debut local de la ascendente soprano Aleksandra Kurzak y, sobre todo, por el regreso del carismático tenor mexicano Rolando Villazón.

La velada acabó como lo decreta el genial montaje, es decir, en una gran fiesta y con grandes ovaciones para los protagonistas, incluyendo a los responsables musical y escénicos, Daniele Callegari y el dúo Gas-Guti, al primero por el excelente trabajo al mando de la Sinfónica liceísta, por la bien llevada concertación y por la conjunción conseguida con el Coro que dirige el maestro José Luis Basso, aquí en estado de gracia. Gas y Guti imprimieron nuevas fortalezas teatrales a la propuesta, convirtiéndola en lo ya dicho, una auténtica fiesta de la que el público no para de participar y que genera la eergía suficiente para que todos los intérpretes, solistas, coro y figurantes, entreguen lo mejor de sí mismos.

Sobre el escenario se tuvo la suerte de contar con grandes artistas, todos actores consagrados con especial facilidad para la comedia, como sucede en los casos de Villazón, Kurzak y Maestri, a quienes se unieron con total entrega Cristina Obregón y Joan Martín-Royo, aplicados como una Giannetta por la que no pasan los años y por un Belcore suelto y expresivo. Kurzak aportó además una voz de impecable coloratura, aunque la afinación de sus tenues sobreagudos no siempre fue la exacta.

Villazón conquistó al público con su Nemorino de manual, simpático, tierno, siempre presente, apoyado en un canto voluntarioso pero sufriente en los agudos, con un timbre opaco y de muy poca proyección, pero que encantó a sus incondicionales (que en el Liceo son legión). El Dulcamara de Maestri ensordecía con su potencia vocal, a lo que unió un personaje divertidísimo en el detalle. Una gran noche de ópera y, lo mejor, con entradas agotadas.

El elixir de Ambrogio Maestri

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