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La dimensión de la tragedia

¿Es la felicidad el objetivo último de la independencia catalana? Los expertos están de acuerdo en que es imposible abordar este debate desde la objetividad

joan carles valero

HOY se celebra por primera vez el día internacional de la felicidad. La Asamblea General de la ONU aprobó esta conmemoración a iniciativa de Bután, país que basa su desafío económico no en el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB), sino en el índice de la Felicidad Nacional Bruta. De hecho, la felicidad en Bután supone un mandato constitucional, siguiendo el precedente de «La Pepa» de 1812.

En nuestra primera Constitución se lee en el artículo 13: «El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen». El primer artículo de la Declaración de Derechos de Virginia de 1776, prefacio de la actual Constitución de EE. UU., y también el preámbulo de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución Francesa de 1789, son precedentes que aluden a la felicidad como objeto del Gobierno.

¿Es la felicidad el objetivo último de la independencia catalana? Los expertos están de acuerdo en que es imposible abordar este debate desde la objetividad, ya que quienes simpatizan con la secesión aseguran que los impactos negativos serían escasos, mientras que los detractores advierten de que caerían sobre los catalanes las siete plagas económicas. Otro punto de coincidencia es que los efectos durarían años; cuatro o cinco generaciones en el peor de los casos. La semana pasada, el Círculo de Economía acogió la presentación del informe «La cuestión catalana, hoy», del Instituto de Estudios Económicos, el laboratorio de ideas de la CEOE que preside el catalán Joan Rosell. El desastre descrito por sus expertos parte de la salida de Cataluña de la UE, la pérdida del mercado español y del turismo del resto de España, así como que los bancos catalanes dejarían de tener acceso a las líneas de liquidez del BCE. Todo ello acompañado de inflación desbocada, nuevos aranceles y una deuda pública de más 150.000 millones. Frente a ese escalofriante escenario, el Círculo acoge esta tarde al sexteto del Colectivo Wilson, integrado por profesores catalanes que trabajan en universidades extranjeras, entre los que destaca Xavier Sala Martí, que precisamente no destacó mucho en su gestión al frente de la tesorería del FC Barcelona. Los Wilson se encargarán de dulcificar los efectos negativos de la secesión. Si la verdad está en la equidistancia entre pasiones, la dimensión de la tragedia que acarrearía cualquier aventura no nos haría a la mayoría más felices, aunque algunos presumieran de esa sensación pese a ser más pobres.

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