sociedad
El desconocido vecino terrorista de Santa Cruz de Pinares
En la localidad abulense aún tratan de asimiliar la «sorpresa muy desagradable» de que un chalé fuese utilizado para reuniones yihadistas
isabel jimeno
«Todavía no me lo creo», afirma aún sorprendida Vilma, vecina del presunto yihadista en cuya casa del «tranquilo» pueblo abulense de Santa Cruz de Pinares tenía un centro para reuniones de la célula desmantelada por la Policía. Un chalé de aspecto descuidado, con varias ... edificaciones, una de ellas con la ventana abierta a un trastero con una motosierra en la venta, en la calle Manzanar, en el que solo la masa de árboles que rodea los más de mil metros de parcela podía dar cierta intimidad a sus planes.
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Lo cierto es que el detenido y su familia apenas tenían trato con los vecinos de esta urbanización, mayoritariamente de segundas residencias. Eso sí; quien alguna vez le vio, no le olvida. Como en uno de los bares, donde al ver su imagen en televisión le reconocieron de inmediato. Pero la verdad es que para la mayoría era totalmente desconocido y ahora se afanan en intentar poner cara a ese «terrorista» que ha supuesto una «sorpresa muy desagradable» para el pueblo.
Vigilancia policial
La presencia de policías hizo levantar las sospechas de que algo pasaba, pero «nunca imaginamos que por algo así», señala Vilma quien, junto a su marido, José, trata de recordar algún movimiento extraño de sus vecinos. «Pero nada que hiciera sospechar. En verano venía la mujer con los dos niños y se les escuchaba en la piscina», todavía vacía y con los juguetes esparcidos por el jardín».
Ambos lamentan no haber tenido el más mínimo indicio para haber sido más observadores. Ahora, con cierto «miedo» por lo que pasaba a su lado sin enterarse en un pueblo al que llegaron «porque era tranquilo» y «hasta dejas la puerta abierta», quieren encontrar en la detención una explicación a la negativa de su vecino a cortar los árboles que separan ambas viviendas.
«La parcela lleva más de 20 años sin limpiar», señala Luis, quien no recuerda a ese vecino cuya detención ha supuesto «una sorpresa mala para todo el pueblo», con apenas un centenar de personas viviendo en invierno. Una sinuosa carretera serpentea por el valle de pinares, cubierto de motes. «Aquí para dispersarse, lo que quieras», señala otro jubilado con quien comparte partida de petanca. Es el tema de conversación que se repite.
«Nadie esperaba esto en Santa Cruz. Encima de ser pequeño, nos hemos quedado asustados», lamenta por su parte Victoria, una anciana que tampoco sale aún de su asombro. A su lado, Aurora cree recordar algún ruido de disparos, pero no sabe si de caza. Y le sigue dando vueltas a la cabeza.
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