Sargento Bergdahl, de héroe a villano
Los compañeros del militar que el presidente Obama canjeó por cinco talibanes aseguran que es un desertor

Cuando el secretario de Defensa, Chuck Hagel, comunicó directamente a los militares en Afganistán que el sargento Bowe Bergdahl acababa de ser liberado , nadie vitoreó la noticia. «Hoy es un día feliz. Hemos recuperado a uno de los nuestros», proclamó. Solo hubo un elocuente silencio.
Al triunfalismo con que Barack Obama anunció en la Casa Blanca el rescate de Bergdahl , tras cinco años en manos de los talibanes, ha seguido una gran controversia, no solo política por el canje de cinco prisioneros de Guantánamo, sin el preceptivo aviso al Congreso, sino también militar: compañeros de Bergdahl han lamentado que este haya sido presentado como un héroe por la Administración cuando probablemente fue un desertor . Una cosa es salvarle del cautiverio, y otra afirmar que «ha servido a Estados Unidos con honor y distinción», como hizo la consejera de Seguridad Nacional, Susan Rice.
El propio Obama ha tenido que pedir perdón por escrito a los congresistas por no haberles informado del canje. Muchos republicanos y demócratas siguen considerando que ha sido alto el precio pagado por un presidente con prisas por cerrar el capítulo de la guerra de Afganistán.
Bergdahl tenía 23 años cuando desapareció el 30 de junio de 2009, abandonando su destacamento de la provincia afgana de Paktika, junto a la frontera con Pakistán. Lo que había visto en el campo de batalla le había afectado. Lejos de su Idaho natal, escribía a sus padres sobre sus dificultades para acostumbrarse a las condiciones de la guerra. En una ocasión contó cómo había visto a un vehículo acorazado aplastar a un niño afgano; en otras manifestaba sus distanciamiento respecto a sus jefes y compañeros, a los que llamaba «ejército de mentirosos y locos».
Bergdahl no pasaba el tiempo libre con los demás —no bebía o celebraba nada con ellos— y se retiraba a su rincón para estudiar varios idiomas de la región, como el pastún.
Su marcha fue premeditada. Envió a sus padres algunos objetos personales y su ordenador y un mensaje en el que daba por roto su vínculo con el Ejército. «La vida es demasiado corta para precouparse por condenar a otros y para gastarla ayudando a locos con ideas que están equivocadas… Estoy avergonzado de ser americano», les escribió.
Una nueva vida
El día que se fugó también dejó un mensaje escrito en su tienda. En él expresaba su desilusión con la actuación de Estados Unidos en Afganistán y su deseo de comenzar una nueva vida.
Varios de sus compañeros, ya licenciados, han criticado a Bergdahl por dejar su puesto, en un lugar donde todos dependían unos de otros. «Se marchó. No sé por qué lo hizo, pero nosotros gastamos muchos de nuestros recursos para buscarlo, y algunos de ellos fueron vidas de soldados», ha declarado a la CNN José Baggett, que formaba parte de la misma unidad. Según ha escrito Nathan Bethea, también de la misma unidad, «Bergdahl fue relevado del servicio de guardia, y en lugar de irse a dormir se marchó del puesto a pie. Desertó».
Bethea asegura que hubo ocho muertes en operaciones de rastreo. Ese extremo no ha sido confirmado por el Pentágono, que sugiere que los ataques se produjeron en acciones no relacionadas con el operativo de búsqueda del prófugo.
Bergdahl salió con una pequeña mochila, llevando agua, cuchillos, una libreta y material para escribir. Dejó atrás su chaleco antibalas y sus armas.
Operación encubierta
Así, solo y desarmado, apareció andando en el poblado de Yusef Khel. Los vecinos se sorprendieron de ver a un soldado estadounidense paseando por las calles, en esas condiciones. «Fue algo que nos dejó confundidos. ¿Por qué había dejado la base? La gente pensó que era una operación encubierta», declararía luego un lugareño a «The Washington Post», que también recoge el testimonio del jefe de inteligencia del Gobierno afgano en el distrito, Ibrahim Manikhel. Según este, quienes se cruzaron con él, mientras el soldado se dirigía a las montañas, «intentaron decirle que no fuera, que era peligroso, pero él siguió su camino; la gente intentaba darle agua y pan, pero él no cogía nada». «Pensamos que debía haber fumado hachís, ¿para qué un americano quería encontrar a los talibanes?», se pregunta Manikhel.
De acuerdo con las investigaciones estadounidenses, se le vio por última vez el 4 de julio de 2009, cuando iba con la cabeza cubierta con un saco, a bordo de un coche que estaba escoltado por motocicletas. Washington supo luego que había sido capturado por la red Haqqani, con conexiones con Al Qaida, y trasladado a la franja tribal de Paquistán que linda con Afganistán. Desde entonces hubo intentos de negociación, que finalmente se abrieron paso ante un último vídeo enviado por los captores a final de 2013 en el que se veía a un Bergdahl muy desmejorado, lo que hizo temer por su vida.
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