IU, BAJO MÍNIMOS
EL descalabro recibido por Izquierda Unida en la jornada electoral del domingo, fruto de la concentración del voto útil de la izquierda en las candidaturas del PSOE, ha devuelto a la formación de Gaspar Llamazares a los niveles de representación alcanzados en 1982 bajo las siglas históricas del PCE, cuando el huracán socialista barrió las expectativas de Carrillo tras una ejemplar conducta durante la transición democrática.
El evidente fracaso de la estrategia de Llamazares, que se presentó a sí mismo como apéndice de una coalición con el PSOE que su propio electorado ha simplificado por la vía del voto directo al más fuerte, supone desde luego la confirmación de su fracaso político y le invalida para continuar liderando la coalición de izquierda, pero en modo alguno debe arrastrar a unas siglas y a una fuerza cuyo papel en el mapa político nacional resulta no sólo saludable, sino imprescindible.
En efecto, el paisaje democrático español ofrece históricamente un espacio claro a la izquierda del PSOE, donde debe asentarse una formación que refuerce la centralidad política de la socialdemocracia y al tiempo sirva de dique de contención para las tentaciones antisistema. IU ha ejercido, desde su refundación a partir del viejo PCE, como factor de estabilidad que ha cargado a sus espaldas con los distintos impulsos de izquierda alternativa que se han ido configurando tras la crisis del marxismo tradicional, evitando que se produzcan tentaciones escapistas y rupturistas al margen de los cauces de la democracia.
El nuevo escenario derivado del 14-M, con un PSOE hegemónico en el centro de la escena política, puede devolver a IU a ese papel de referente ético de la izquierda, tal como funcionó durante el liderazgo de Julio Anguita. La función de conciencia crítica de un poder de centro-izquierda ha sido siempre más eficaz para IU que la aproximación bajo el ala del PSOE, implacable fagocitador de esas veleidades en cuantas ocasiones ha necesitado vaciar las alforjas de su suplicante aliado.
Está claro, sin embargo, que Llamazares ha quedado inhabilitado para conducir la reconstrucción de una fuerza a la que ha hundido con decisiones como la de sostener el Plan Ibarretxe, estrategias de pancarta y algarada hasta en los mismos escaños del Parlamento, gestos de comprensión hacia las erráticas posiciones del nacionalismo radical y, finalmente, la puesta a disposición del PSOE para derribar a un PP al que los socialistas han derrotado sin su ayuda. Todo un cúmulo de errores que se han traducido en un descalabro electoral que han colocado a IU bajo mínimos históricos.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete