Mi amigo Jaime
EL pasado 7 de junio cenamos en un restaurante de Madrid, invitados por Jaime y Conchita Campmany, Isabel y Antonio Mingote, Pili y Alfonso Ussía, mi hija Catalina y yo mismo. Jaime nos agradecía el que con motivo de su 80 cumpleaños le hubiésemos obsequiado con nuestro cariño y un modesto regalo. Yo cumplía aquel día 78 años y en los postres hubo tartas con sus velas para ambos.
Planteé a Jaime el hecho de que con toda seguridad, nadie, absolutamente nadie en la historia de ABC, había escrito la enorme cantidad de artículos que con su firma han visto la luz en estas, para mí, entrañables páginas.
Jaime sacó papel y lápiz y tras unos minutos de cálculos nos dijo: «Pocos arriba o abajo unos 10.000». Quedamos en comprobar la cifra exacta y ayer, aciago 13 de junio, me encuentro que a aquellos «más o menos 10.000» solamente podemos añadir 6 más. Aunque es posible que la cifra no sea exacta, sí lo es que durante años y años, incluidos domingos, festivos, vacaciones, etc. Jaime ha escrito 362 artículos anuales, que son los días que se publica ABC.
Fui yo, Director de ABC entonces, y a pesar de ciertas diferencias ideológicas que irían desapareciendo a lo largo de los años, y que todavía eran motivo de bromas entre nosotros, quien contrató a Jaime. Al principio, como cronista parlamentario de un Parlamento del que quiso formar parte y cuya candidatura fue afortunadamente rechazada (para bien del Periodismo español) por los sectarios de siempre.
Yo empecé a leer y admirar a Jaime como cronista deportivo cuando aún no habíamos cumplido 30 años. Desde entonces eramos amigos. Un periodista no se mide, queridos lectores, por el género sobre el que escribe. Lo importante son sus conocimientos y cómo nos cuenta la historia. Porque todo el contenido de un periódico, desde un mínimo suceso hasta unas trascendentes elecciones generales, constituye la historia de un día. De un día, como el de ayer, 13 de junio de 2005, marcado por el mazazo traicionero de la desaparición de Jaime Campmany y Díez de Revenga.
Y para terminar hago mío parte del comentario de alcance publicado en la última edición de ABC de ayer: «Ha muerto uno de los columnistas más brillantes, fecundos y leídos del periodismo español, una firma de la estirpe de Cavia y Ruano, un protagonista señero de la historia de oro del articulismo contemporáneo. También un escritor de primer orden, novelista excepcional y genial poeta satírico». Al que, por cicatería, le negaron incluso un sillón en la Academia, tantas veces prometido. A todo esto yo sólo me permito añadir dos consideraciones más: era una extraordinaria persona...¡y Conchita!
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