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Griñán, el melómano que heredó el poder a dedo
El presidente andaluz se ha compuesto para sí mismo un réquiem con ecos EREmitas

El melómano ilustrado que heredó el poder de Andalucía por vía digital chavista y luego traicionó a su viejo amigo de cine y palomitas, el soberbio intelectual que pasó a la historia por ser el primer socialista que perdía unas elecciones en la tierra de Felipe González , se ha compuesto para sí mismo un réquiem con ecos EREmitas para irse reptando por la gatera, que es la puerta de salida de los fracasados.
José Antonio Griñán , el hombre libre que consiguió preconizar sus ideas de izquierdas en el salón de una casa en la que mandaba un oficial del cuarto militar de Franco -cosa que honra a él y a su padre-, ha culminado su servicio al socialismo después de décadas en el machito como cabeza de lista por Córdoba sin que nadie sepa exactamente qué ha hecho por los ciudadanos, salvo multiplicar la cifra de paro como ministro de Trabajo del felipismo y como presidente de la Junta, o dejar desde ahora a los andaluces en manos de la fontanera Susana Díaz por el procedimiento del dedo.
Este inspector de Trabajo que tuvo la ocurrencia de impulsar el llamado «funcionariazo» en Andalucía , intentando convertir en empleados públicos con rango de opositores a cientos de enchufados de la red eléctrica socialista, deja un historial de atrasos letales para la Comunidad dorada del PSOE. El decreto para repartir tres comidas al día entre los niños pobres, que suena a copla de los tristes tiempos del asistencialismo y la beneficencia, es un hito para la involución que llevará siempre su apellido.
Su llegada y su salida, ambas con «dedazo» de por medio, son dos sablazos secos al pueblo y a su partido, que se ufana de ser paladín de la democracia mientras otorga poderes por designación suprema. Griñán, en definitiva, ha sido para Andalucía el fantasma de la ópera. Porque se ha vanagloriado de una altura intelectual inversamente proporcional a la que luego ha vendido a la gente. Este «andaluz» del Atlético de Madrid iba a los conciertos de la Sinfónica de Sevilla y alicataba San Telmo de mármol de Carrara mientras a los andaluces les ponía sones de república bananera y les ensanchaba la acera del palacio para que se manifestaran.
Esto último no es una metáfora. Su pacto con Izquierda Unida, capítulo final de su caída al barro, es la maraca que acompasa su gran obra. Los ERE. El mayor escándalo de corrupción de Andalucía. Un nauseabundo fondo de reptiles que acosa a su gran caimán. Que, tras arrastrarse sin rubor, ahora se va para Barranquilla.
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