FÓRMULA 1
La F-1 desconfía en Bahréin
Pequeñas escaramuzas y algún cóctel molotov inquietan a la caravana de los coches
Acostumbrada a pasar por encima de cualquier obstáculo social, político o deportivo, la Fórmula 1 se adentra este fin de semana en un campo de minas. Se cita en Bahréin, el emirato afectado por las revueltas populares. El setenta por ciento de la población (los chiíes) reclama a la minoría gobernante (suníes, el treinta por ciento) reformas sociales y una mayor cuota de democracia en el país del golfo Pérsico. El año pasado no se celebró la carrera por el estallido de la primavera árabe, pero la Fórmula 1 es una gigantesca máquina de hacer dinero y por ahí conviene entender su exposición pública en Bahréin.
Los prebostes de este negocio cuelgan frases de manual para tranquilizar a la concurrencia. «La seguridad está garantizada» , ha dicho, ufano, el presidente de la Federación Internacional, el francés Jean Todt, como si fuera posible asegurar que no habrá gritos en una manifestación. La ciudadanía salió a la calle el año pasado y sigue en el asfalto. Y no hay policía en el mundo capaz de afirmar que no pasará nada.
La oposición gubernamental, algunos activistas relacionados con los derechos humanos y una buena parte de la población ha solicitado que no se celebrase la carrera de Fórmula 1 al entender que el país tiene otras necesidades más urgentes. Los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y una parte de los habitantes de la capital, Manama, se han sucedido durante el último año.
Bahréin no tiene ningún tipo de tradición automovilística, salvo que el ex piloto de Toro Rosso Sebastian Buemi, vive en Manama por un enrevesado vínculo familiar. Tampoco ofrece la paz necesaria para que un gran premio se dispute en condiciones de total normalidad. Pero Bahréin sí tiene dinero . Ofrece un potosí ( 30 millones ) a las arcas de la F-1. El gobierno, como el resto de circuitos-países-emporios, paga una buena cifra a Ecclestone y este distribuye el pastel entre las escuderías. Interés puro y duro. Esa es la única razón por la que este fin de semana habrá un gran premio en Sakhir.
El precio del dinero se plasma en los miedos. Un empleado de Williams fue despedido por la dirección de su equipo por negarse a viajar a Bahréin. Y un mecánico del equipo Force India ha salido del país después de un incidente durante la noche del miércoles. Un coche de Force India con cuatro trabajadores a bordo se vio envuelto en una escaramuza entre la policía y los manifestantes en la autopista que conecta el circuito de Sakhir con la capital Manama (distante unos 30 kilómetros). Un cóctel molotov explotó cerca del vehículo, aunque no llegó a causar daños a ninguno de sus ocupantes.
Respecto a este contratiempo previsible habló uno de los pilotos de Force India, el alemán Nico Hulkenberg : «No estamos aquí para causar problemas, sino para participar en una carrera de coches. El negocio de la F1 es un entretenimiento y no tiene nada que ver con los problemas políticos». ¿ Te sientes seguro en Bahréin?, le preguntaron. «Me siento OK», respondió Hulkenberg.
En parecidos términos se expresó Pedro Martínez de la Rosa, piloto de HRT: «No tenemos todos los elementos para habernos formado una opinión sólida sobre lo que está pasando en el país. Nos tenemos que fiar de la exploración que ha realizado la FIA. Nosotros somos deportistas y lo mejor es permanecer al margen de la controversia política porque no tenemos todos los detalles. Yo estoy siguiendo el mismo programa de trabajo en Bahréin que en el resto de los anteriores grandes premios».
En estas circunstancias, dos pilotos de McLaren llegan al desierto como líderes del Mundial. Hamilton no ha ganado ninguna carrera (ha habido tres vencedores distintos en Australia, Malasia y China), pero encabeza la general con sus tres terceros puestos. Alonso, cuyo equipo ha incorporado a un nuevo ingeniero de diseño (Ben Agathangelou), es tercero a ocho puntos del inglés.
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