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ABC Cultural

Cuando se torea al toro y al viento

FERNANDO CARRASCO

El viento es, sin lugar a dudas, el peor enemigo del torero. Ayer, los tres espadas tuvieron que torear a sus respectivos lotes y a Eolo, que se convirtió en protagonista del festejo. Una pena, porque los tres primeros toros de Montealto —una corrida muy bien presentada, por cierto— tuvieron que torear y sin aire se habrían visto tres faenas de alto nivel.

Oliva Soto dejó alguna verónica de recibo a su primero, que tuvo su acometividad en la muleta. Se dobló bien el camero en los inicios y le dio distancia, dejándolo llegar de lejos. Iba el de Montealto y Oliva movía bien los trastos. Lástima de viento. A pesar de ello, dejó derechazos de buen trazo y maneras ligando, que era harto difícil. Arreció más el aire al tomar la zurda. Puesto el torero, anduvo con gusto. Estuvo muy solvente Soto, que dejó una buena estocada de la que se encargó el subalterno de turno de levantar al animal hasta dos veces. La vuelta al ruedo fue justa. El cuarto pareció lastimarse en el caballo y llegó a la muleta incierto. De hecho, se le coló a las primeras de cambio. Oliva se puso en el sitio, intentando tirar de su enemigo. Anduvo confiado en muletazos por ambos pitones. Lo puso todo el de Camas, que mereció más.

Antonio Nazaré tiró de oficio con el capote ante su primero, que se fue suelto del caballo. El viento estuvo presente de nuevo. Apretó el toro en banderillas y en la muleta, al principio, fue con todo. El de Dos Hermanas, tras tantearlo a diestras, basó la faena sobre la zurda, donde entremezcló buenos naturales con otros más deslavazados. No se entregaba el de Montealto, sí Antonio, insistiendo ante un toro ya muy quedado, al que se impuso en el toreo de cercanías. Otra cosa fue el quinto, sin emplearse. Nazaré inició en los medios, cuando más viento hacía. Lo dejó llegar pero el astado cabeceaba y no entraba con franqueza nunca. Se empeñó en una faena larga, epilogada por manoletinas, cuando no tenía sentido insistir.

El tercero empujó en los dos buenos puyazos que le propinó Juan Antonio Carbonell. Diego Silveti tuvo un buen comienzo de faena al bajar la mano en derechazos sentidos. El viento hizo de las suyas. Aún así, el debutante dejó muestras del toreo que atesora y los naturales resultaron con enjundia. Este toro, sin aire, habría sido otra cosa. Silveti dejó una muy buena tarjeta de presentación. Finalizó con unas ajustadas bernadinas. El que cerró plaza tampoco se entregó. Mal picado, se fue suelto y se desentendió de capotes. La cuadrilla dio un mitin en banderillas. Silveti estuvo firme ante un toro con guasita que nunca quiso pelea y sí buscarle las cosquillas al torero. No le perdió la cara nunca y batalló por robarle muletazos en series con mucho mérito. Era lo único que se podía hacer: estar dispuesto.

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