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«El Boca»: «Yo soy inocente»

El violador y asesino de la niña Ana María Jerez ya está libre. El arrepentimiento no existe para él tras 21 años preso

C. MORCILLO

Con un gorro de montaña negro, una mochila a la espalda, como si emprendiera una excursión, y un infinito desprecio bailándole en la cara salió ayer de la cárcel José Franco de la Cruz, «el Boca». Lo primero que hizo fue proclamar su inocencia. «Me han metido veinte años de cárcel por la cara, por eso cojo un taxi y me voy como un ciudadano libre. Yo no he hecho nada», les soltó a los periodistas que le esperaban a las puertas del centro penitenciario de Morón de la Frontera (Sevilla). Eran los únicos. Nadie acudió a la prisión a abrazar a quien fue condenado por violar salvajemente, asesinar y tirar a la marisma de Huelva a una criatura de nueve años, la pequeña Ana María Jerez Cano.

Una madre desolada

«Yo soy inocente. No me arrepiento de nada porque no he hecho nada», fueron algunas de las perlas que salieron de la boca de Franco de la Cruz. Su insólita frialdad, su ausencia absoluta de remordimiento —«no tengo que pedir perdón a la familia»—, las vivió la madre de la niña, Adoración Cano, como una puñalada. Era la segunda que le clavaban, después de que el lunes la Audiencia de Huelva denegara el recurso para que De la Cruz siguiera en prisión y cumpliera los treinta años que permitía el Código Penal con el que fue juzgado. No fue así; el individuo que violó y asesinó a su niña disfruta de libertad tras cumplir 21 de los 44 años a los que se le condenó en 1993.

Adoración Cano lleva años clamando por el endurecimiento de penas, por el cumplimiento íntegro... Asegura que no ha descansado desde que Ana María salió de su casa a las cinco de la tarde de un sábado de Carnaval de 1991 para ir a la de su amiga Raquel. «El Boca» la siguió, la «desvió con engaño hacia los edificios limítrofes a la marisma», según la sentencia, y la golpeó hasta matarla después de violarla (la pequeña sufrió una fuerte hemorragia). La llevó a la margen derecha del río Tinto, le quitó la ropa y ocultó el cuerpo con ramas y palos. El cadáver de la criatura fue encontrado el 26 de abril de 1991.

«Durante veintiún años sigo soportando y contemplando con asombro todo este tipo de incoherencias... una tras otra, y esto me está generando un estado de ansiedad mantenido ante tanta impotencia y a su vez haciendo que mi salud esté cada vez mas resentida y me vayan apareciendo nuevas enfermedades». Son palabras de Adoración Cano, que siente que ha perdido también esta batalla.

En la sentencia que condenó a «el Boca» en 1993 se estableció: «Fijar como tiempo máximo que puede estar privado de libertad el de 30 años, sin que tal limitación sea tenida en cuenta a otros efectos como el de aplicación de los beneficios penitenciarios de libertad condicional y redención de penas por el trabajo, para los que servirá de base el tiempo total» de condena. El Tribunal consideraba que sus delitos eran especialmente deleznables, pero el Supremo tumbó este argumento un año después.

Prohibido acercarse

El TS señaló que «esta teoría es tan gravemente innovadora como perniciosa porque pugna con los fines rehabilitadores que tiene la pena para convertir esta en algo esencial y exclusivamente punitivo y reivindicativo».

Desde ese día, la madre de Ana María Jerez, auxiliar de clínica, mujer resuelta y que tiene más hijos, no ha parado de pelear. Su último cartucho era que al asesino de su niña le aplicaran la «doctrina Parot». En realidad a ella le importa poco a qué doctrina se acojan los jueces con tal de que la persona que le arrebató media vida no esté libre. No lo ha conseguido. «El Boca» desde ayer ha cumplido con la Justicia. No tiene ninguna medida de control, solo la prohibición de acercarse a Huelva, donde viven los Jerez Cano. Nunca les pagó los 15 millones de indemnización.

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