UNA HUELLA EN LA ARENA
El eco de Chacón
La traiciona la ideología radical que voceó antes de sentarse con los jefes de Estado Mayor
CONVENCIDO de que Canarias es el primer indicador fiable de la economía española, quiero creer que la reactivación del turismo, amén de las causas exógenas coyunturales, anuncia una recuperación de la actividad y del empleo que, no obstante, será lenta. Como una burbuja, hemos tocado suelo y volvemos a ascender muy suavemente.
Pero los viejos hábitos institucionales no han cambiado con la crisis. Cada cual quiere hacer su gestión de dádivas a manos llenas, aunque las arcas estén vacías. Lo hizo Zapatero mientras negaba la recesión, lo advierte Cataluña al anunciar su disposición a falsear sus cuentas para eludir el control del déficit.
Tal despropósito en esta época de vacas escuálidas dicen que es política y se ha decidido que ésta está por encima de todo, incluso a veces de las leyes y su valedor, la Administración de Justicia, que deben supeditarse a los intereses o los objetivos del gobernante de turno, investido de unas prerrogativas que algunos interpretan como excepcionales por legitimación de las urnas o los pactos. Ese es el ejemplo, repetido, de los socialistas, convencidos de que el fin justifica los medios para acabar con el terrorismo etarra. Así sucedió durante el gobierno de Felipe González y vuelve a ocurrir ahora, aunque por caminos opuestos.
Sin embargo, la esencia de la democracia es que toda actividad, pública o privada, está sujeta al imperio de la ley y el corpus legislativo debe ser un marco estable que defina la forma y el fondo de la convivencia social, no un repertorio que se modifica a placer o se rodea a conveniencia. Parece que eso es lo que no acabamos de aprender, empezando por el propio Rodríguez Zapatero, cuyos objetivos eran ser el gran pacificador de España y el referente universal de la izquierda, pretensiones excesivas para quien es incapaz de superar el mero tacticismo. Por eso, el PSOE ha llegado a la encrucijada sucesoria sin haber agotado la legislatura, acogotado por el absoluto descrédito del que creyó, erróneamente, un líder prometedor.
Lo peor, no obstante, es que el presidente está convencido de que son las circunstancias, y no él, las equivocadas y quiere dejar un heredero político que lo reivindique en la persona de Carmen Chacón, aumentada de tamaño por la lupa en la que se transforma el Ministerio de Defensa para sus titulares, obligados por la responsabilidad y la discreción. Ese rédito que otorga el silencio que impone la defensa y su condición de mujer son sus activos, pero la traiciona la ideología radical que voceó antes de sentarse con los jefes de Estado Mayor. Son un eco que aún resuena.
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