TARJETA DE EMBARQUE
Moratinos y su vuvuzela
El Vaticano ha escuchado con interés en los últimos años la opinión del Gobierno español sobre Cuba
El Vaticano ha escuchado con interés en los últimos años la opinión del Gobierno español sobre Cuba, porque ambos apuestan por la vía del diálogo con las autoridades castristas para mejorar la situación de los presos políticos cubanos.
Sin embargo, no nos equivoquemos. Puede coincidir el objetivo inmediato, pero no el final. La Iglesia busca abrir espacios de libertad y de respeto de los derechos humanos en la Isla, pero no promete más compensación que la de mostrar al mundo una mejor cara del régimen. España va más allá. Pretende que los gestos que dificultosamente se arrancan al castrismo sean premiados por la Unión Europea.
Viene a ser algo así como si un carterista le robara a Moratinos la billetera con 500 euros. Si el ladrón, tras mucho rogar, decidiera devolverle cada cierto tiempo un billete de 50, sería un alivio para Moratinos, pero la acción no merecería premio alguno. Era lo justo. Los Castro han robado la libertad de muchos cubanos y ahora pretenden ser aplaudidos cuando se la devuelven.
Y ahí está Moratinos, para apoyar la idea, con tanta insistencia que a sus colegas comunitarios les debe sonar a un ruido similar al de las insoportables vuvuzelas del Mundial de Sudáfrica. A la mayoría de los Veintisiete, Cuba les importa muy poco, pero les molesta ofrecer un balón de oxígeno al dictador.
El lunes, Moratinos comprometió su prestigio personal y el de su Gobierno pidiendo a la UE una prórroga de tres meses para dar tiempo a que la Habana haga nuevos gestos, como poner en libertad a algunos presos de conciencia que se hallan en un estado de salud delicado. Es un envite arriesgado, porque los Castro no se ha distinguido por cumplir las promesas que hacen.
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