Rula Jebreal: «Oía balas, no veía, y un cubo de basura me salvó la vida»
Rula Jebreal es una mujer bellísima, fuerte, hábil, no mártir ni héroe, una víctima que creció sin odio en un internado creado tras la matanza de Deir Yassin en 1948

-¿Qué quería ser usted cuando caminaba de niña a mujer?
-Yo lo que quería era crecer.
-¿Temió por su vida?
-Cuando tenía doce años. Estaba en Jerusalén perdida entre la inmensidad de una manifestación. De repente, comienzan a disparar gases lacrimógenos. No puedo ver. Voy asida a la mano de mi padre, pero los empujones de la muchedumbre me sueltan de esa protección. Intento limpiarme los ojos, que me aguijonean como si me estuvieran picando. Sigo sin ver. Otra mano bondadosa me toma y me lleva a una callejuela; allí hay más gente, pero sigo sin poder ver. Suenan más disparos. En la indefensión de no poder, de no saber qué está sucediendo, me esconden en un cubo de basura y al cabo de media hora puedo salir, y ver la luz; me salvó la vida.
-¿Era como si le hubieran puesto un velo, una especie de hijab en sus ojos? ¿Es usted partidaria o contraria al velo islámico?
-¡Con todos los problemas que tiene hoy Europa, el hecho de debatir sobre lo que se pone o no una mujer no parece lo más apropiado! La Constitución europea establece que debe haber un respeto por las otras religiones, por las otras tradiciones, por la diversidad. Si una mujer quiere llevarlo me parece bien; y si no quiere ponerse el velo, también me parece bien. Lo importante es que cada uno tenga la libertad de elegir.
-Y no la obligación.
-Obligar a la mujer a vestir de forma determinada sea para ponerse o para quitarse el hijab es incorrecto. Si voy a Irán y me obligan a ponérmelo me parece mal, pero si vengo a Europa y me obligan a quitármelo, también. Cada cual debería tener libertad de elección. Estoy contra las leyes que dicen cómo se tiene que vestir o no una mujer.
-El hijab es una forma de negar la infancia, la adolescencia, la vida, la luz plena de la mujer.
-En Palestina también la infancia se está negando. Mi hija tiene 13 y se comporta como si fuera mi madre.
-¿Por qué llora usted ahora?
-Por mi hija. Antes de que usted llegara hablaba con ella, que acaba de ver la película dirigida por Julian Schnabel basada en mi libro; y me ha confesado que al ver la escena en la que muere una amiga de Miral se ha emocionado llorando: me reprocha que nunca le hablara de ese momento.
-¿Su novela es autobiográfica?
-Los padres de Miral murieron cuando ella tenía 5 años. Yo viví en Dar el Tifel hasta los 19. Pero también es una biografía colectiva de personas que han conseguido la paz. Miral soy yo y todas las personas que he conocido y alcanzado la libertad.
- ¿Qué traumas no olvidará?
-La muerte, la destrucción de la casa, esa es la verdadera tragedia de Miral. Hay tres traumas fundamentales en su vida: 1. la desaparición de su hogar en el campo de refugiados. 2. La muerte de una amiga [se emociona Rula Jebreal], que tenía 16 años. 3. Cómo el conflicto se ha convertido en algo intrapalestino, no solamente con los israelíes, sino dentro de nuestro propio pueblo.
-Pero por encima de la sangre derramada se eleva el espíritu de solidaridad. Usted se crió en un internado en Dar el Tifel.
-Es el único camino que queda. Allí o te matan físicamente, o te matan por dentro. Y la solución solidaria de Miral la adoptan todas las mujeres. Todavía hay una gran parte de la población que quiere seguir viviendo. Hay una voluntad general por la vía pacífica. Es lo que representa Miral.
- ¿La paz sólo llegará a través de la educación?
-La solución o la paz tienen que llegar por la vía diplomática o política; debe comenzar por el final de la ocupación, por el final de la segregación, por el final de la represión. La verdadera vía es esa. Pero la educación es necesaria: tiene que haber una generación, y que de ahí salgan los líderes y estén educados. La educación: para poder gobernar.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete