Mi médico, mi amigo
Berganza tiene una especial complicidad con el director de chequeos de la Clínica Universitaria de Navarra - angel de antonio

Mi médico, mi amigo

Confesores, amigos, compañeros... Los lazos que establecen los médicos con sus pacientes a veces superan la pura relación médico-paciente. Cinco pacientes ilustres cuentan cómo es esa complicidad

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Confesores, amigos, compañeros... Los lazos que establecen los médicos con sus pacientes a veces superan la pura relación médico-paciente. Cinco pacientes ilustres cuentan cómo es esa complicidad

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  1. La mezzosoprano Teresa Berganza y el internista Óscar Beloqui

    Berganza tiene una especial complicidad con el director de chequeos de la Clínica Universitaria de Navarra
    Berganza tiene una especial complicidad con el director de chequeos de la Clínica Universitaria de Navarra - ángel de antonio

    Dice Teresa Berganza que lo primero que ve cuando acude a la consulta del doctor Beloqui, en Pamplona, es su sonrisa, «que es muy importante, como en los cantantes». Por encima del profesional ve a la persona que escucha. «Aparte de ser un gran internista es un psicólogo increíble. Es un amor. Le puedo contar mi vida y él saca después consecuencias de las cosas que me pueden estar pasando. Desde que le encontré voy todos los años a verle. No le puedo dejar». Una de las cosas que más valora de su médico es precisamente poder hablar con total confianza: «Es estupendo llegar y poder contarle tu vida. Como me he pasado tanto tiempo sin hablar apenas para cuidar mi voz, ahora que ya no canto hablo sin parar», dice contagiando la risa al doctor Beloqui.

    De esa primera visita hace ya doce años, recuerda Óscar Beloqui, director de la Unidad de Chequeos de la Clínica Universitaria de Navarra. Se conocieron por un amigo común, el doctor Rafael García Tapia, otorrino especialista en garganta. Con Teresa, asegura, «hubo una sintonía desde el principio. Son cosas que no se fuerzan. Es muy simpática y divertidísima. Me río mucho con ella. Un año, al salir de la consulta, las enfermeras le dijeron que era mi cumpleaños y volvió para cantarme el ‘Cumpleaños feliz’ a capela en varios idiomas», explica divertido.

    Sin embargo, a Teresa Berganza, el doctor Beloqui no tiene que «cantarle las cuarenta». Y es que, como paciente «es disciplinada. Muy fuerte y a la vez muy sensible. Sufre pero se aguanta. Se conoce y tiene intuición médica. Los cantantes como ella son disciplinados en la dieta para tener el peso adecuado, en el ejercicio, en la capacidad respiratoria, en cuidarse la garganta, en no enfriarse. Es una preocupación muy exigente que al final se convierte en un estilo de vida. Y Teresa, aunque ya no canta, sigue siendo muy disciplinada. Hace todos los días gimnasia. Y la prueba es que está estupenda. Tiene una salud buenísima».

    «Una mala salud de hierro», puntualiza Teresa con buen humor. «No me tiene muy mal conservada para ochenta años». Ángel, el fotógrafo, le enseña la foto que acaba de hacerles. Ella la mira con atención y comenta: «Muy bonita. Se puede diagnosticar que tengo artrosis».

  2. La Duquesa de Alba y el neurocirujano Francisco Trujillo

    Francisco Trujillo es mucho más que su neurocirujano, fue padrino de la última boda de Cayetana de Alba
    Francisco Trujillo es mucho más que su neurocirujano, fue padrino de la última boda de Cayetana de Alba - ABC

    En estos tiempos la amistad cotiza al alza. De amistad, buena relación y complicidad con sus pacientes sabe, y mucho, el doctor Francisco Trujillo, jefe del servicio de Neurocirugía del Hospital Quirón Sagrado Corazón-IENSA.

    Hace unos años su nombre apareció en las primeras páginas por ser el médico que consiguió que la Duquesa de Alba volviera a ser una mujer que ama y vive la vida. A «Doña Cayetana la conozco desde hace más de 20 años. Me la presentó Carmen Tello en su casa. Nuestra amistad fue anterior a sus problemas médicos», comenta. «Con el paso de los años nuestra amistad ha ido creciendo. Hablamos de muchas cosas. Es entrañable y está al día de todo. Compartimos amistades e incluso aficiones. Es una conversadora estupenda».

    A la pregunta de si es buena paciente el doctor Trujillo dice: «Es buenísima. Hay que explicarle las cosas al detalle. Asume los riesgos y se pone en manos de los médicos. No tiene sensación de ser paciente, pero sí un enorme espíritu de lucha. Una de las claves del éxito de su tratamiento radica en su forma de ver las cosas: con actitud positiva y gran fuerza de voluntad».

    En los últimos años Doña Cayetana ha tenido varios problemas de salud -fisura de pelvis y fractura de fémur- que han puesto a prueba esa fuerza para salir adelante. En marzo de 2009 se puso en las manos del doctor Trujillo para someterse a una complicada operación para implantar una válvula en el cerebro para mejorar la hidrocefalia que padecía, dejando sorprendidos a propios y extraños por la rápida recuperación de la paciente. Influyó mucho en su recuperación «la actitud positiva, el apoyo de su familia y sobre todo de Alfonso Díez». El doctor Trujillo fue padrino de la boda de la Duquesa de Alba con Alfonso Díez. «Fue todo un honor». A la pregunta de cómo definiría a Cayetana de Alba responde rápidamente: «Valiente».

  3. El torero Juan José Padilla y el oftalmólogo Fernández-Vega

    El oftalmólogo recuerda el día en el que Padilla le brindó un toro y dijo que había vuelto a nacer
    El oftalmólogo recuerda el día en el que Padilla le brindó un toro y dijo que había vuelto a nacer - ABC

    «Desde el primer impacto del pitón en mi mandíbula, al levantarme del albero, tuve que recomponerme la cara y el ojo con mis propias manos», explica el diestro Juan José Padilla, que fue consciente desde el primer momento de la gravedad de su cogida. Recuerda que «acompañado de mi cuadrilla y compañeros, me asfixiaba al llegar a las manos del doctor Valcarredes. Mis palabras fueron tajantes: «Doctor, en sus manos y en las de Dios estoy. Hágalo por mi mujer y mis hijos». No tenía otra cosa en la cabeza cuando por segundos pensaba que me iba».

    El torero jerezano sufrió una terrible cornada en octubre de 2011 en la feria de Zaragoza, que le afectó al nervio óptico del ojo izquierdo, del que perdió la visión. A pesar de ello volvió a ponerse frente a un toro unos meses después.

    Padilla desde el primer momento nos dijo que se ponía «en manos de Dios y del equipo médico que le iba a atender», asegura el doctor Luis Fernández-Vega, del Instituto Oftalmológico de Oviedo.

    «Le conocía como torero, no como paciente; pero llegó a mí a través de amigos comunes, como Samuel Flores, el ganadero, que me pidió que le atendiera tras salir de la UCI», señala el oftalmólogo. Desde el primer momento demostró ser un buen paciente, «con una actitud positiva». «Nos hubiera gustado haberle salvado el ojo, pero era imposible porque tenía destrozado el nervio óptico y por ahora esa es la frontera de la oftalmología. Se lo dejamos en la mejor situación posible para seguir como matador», comenta Fernández-Vega.

    Una prueba de lo que dice es que el diestro Padilla sigue pisando los ruedos. Esta es una de esas ocasiones en la que al margen de la especialidad, el médico debe echar mano de la psicología: «Le avisamos de la gravedad desde el principio. Él lo asumió y lo ha afrontado con valentía y entereza. Es digno de admiración».

    Padilla destaca «la calidad humana que atesora Don Luis. Estoy eternamente agradecido al trato de médico, pero valoro además mucho el de amigo». Y es que durante el tratamiento, al margen de la relación médico-paciente, ha surgido una gran amistad, corrobora Fernández-Vega. «Le considero un amigo. Cuando viene a Asturias acompañado por su mujer pasamos momentos muy agradables. En Gijón me brindó un toro y dijo que gracias a mí había vuelto a renacer. Yo le digo que el mérito es suyo».

  4. Irene Villa y su ginecólogo, Ignacio Palomo

    Palomo asegura que el hijo de Irene le ha compensado su trabajo como ginecólogo
    Palomo asegura que el hijo de Irene le ha compensado su trabajo como ginecólogo - Isabel permuy

    La vida no es un menú a la carta sino más bien el plato del día. Los proyectos y sueños de Irene Villa cambiaron en octubre de 1991, cuando estalló la bomba que la banda terrorista ETA colocó en el coche en el que iba al colegio con su madre. Tenía 12 años. Perdió las piernas y tres dedos de una mano. Su madre, María Jesús González, una pierna y el brazo. Su infancia quedó marcada para siempre. Atrás quedaron los juegos infantiles y comenzó, sin venirse abajo, su particular lucha por recuperar su vida. Su caso es un ejemplo de entereza y de superación. Ha estudiado Periodismo, Psicología, Humanidades y Comunicación Audiovisual, es esquiadora paralímpica, conferenciante y autora de dos libros: «Saber que se puede», en el que plasma sus experiencias y reflexiones; y «Nunca es demasiado tarde, princesa», recién publicado.

    Su «discapacidad» no le ha impedido lograr la normalidad en todos los aspectos. En 2011 contrajo matrimonio con Juan Pablo Lauro, un argentino que se desvive por ella. Como toda pareja querían formar una familia y así entró en sus vidas el doctor Ignacio Palomo, ginecólogo del centro médico que lleva su nombre, en Madrid. «Me probó con su hermana», dice el doctor, a lo que Irene comenta: «Es cierto, la mandé de avanzadilla», y confiesa que «era consciente de que debido a mi discapacidad se trataba de un embarazo diferente». Una de las cosas que más le gustó de su médico fue que «inspira tranquilidad y paz y te hace ver la situación de manera sencilla».

    Para el doctor Palomo Irene y su marido, «han sido unos excelentes pacientes». «Había que tener muchas más precauciones ya que no era un caso normal. No se podía dejar ningún cabo suelto, porque podía ser la única oportunidad de Irene para hacer realidad su sueño de ser madre», explica el ginecólogo.

    El pequeño Carlos vino al mundo el 7 de julio de 2012 y fue muy especial: «Cuando Nacho me puso encima a Carlos tan chiquitito e indefenso… fue, ha sido y será el mejor momento de mi vida», dice Irene. «Ha compensado mi trabajo de todos estos años como ginecólogo», resalta el doctor Palomo. Carlos tiene ya 17 meses y en su primer cumpleaños estuvo presente el el médico que hizo posible que viniera al mundo, acompañado de su esposa e hijos. «La relación médico-paciente ha dado lugar a una bonita amistad. Este hombre tiene un trato especial», comenta Irene. «En esta especialidad como en toda la medicina es muy importante las relaciones humanas», corrobora el ginecólogo, que se lamenta de que en el cumpleaños de Carlos, le pudiera la emoción: «No fui capaz de articular palabra».

  5. El atleta Jesús García Bragado y el traumatólogo Manel Ribas

    Bragado recuerda cómo tras operarle de la cadera ganó una medalla de plata
    Bragado recuerda cómo tras operarle de la cadera ganó una medalla de plata - INÉS BAUCELLS

    Pasar por el quirófano no es fácil para nadie, y menos para un deportista profesional que debe parar temporalmente su actividad y empezar de cero. Jesús García Bragado, con una larga trayectoria en la marcha, es un ejemplo de superación de podio: después de dos intervenciones en la cadera, el atleta pudo volver a la competición y subir a podios de primer orden mundial. «En 2006 empecé a tener molestias. Acababa el entrenamiento cojo y notaba como si tuviera una pierna más larga que la otra», explica el deportista, que recuerda que cuando le hablaron de problemas en la cadera «solo pensaba en artrosis y prótesis».

    Jesús llegó en marzo a la consulta del doctor Manel Ribas pensando «que me tendría que retirar, pero me dijeron que esto tenía solución y lo vi claro», explica. El equipo médico planificó la intervención para septiembre, para no entorpecer el calendario profesional de Jesús, y lo pudo terminar mediante infiltraciones. «Fui al campeonato de Europa de Goteborg para salvar la temporada de la mejor manera posible… y ¡conseguí la medalla de plata!».

    Dos años después, tuvo que pasar por segunda vez al quirófano para intervenir la otra cadera. Y ese mismo año, en los Juegos Olímpicos de Pekín, se quedó a las puertas del bronce. «Siempre había pensado que era irrompible y cuando pasó todo lo primero que pensé fue que la intervención costaría un pastón», ironiza, ·pero salió muy rentable».

    Desde 2006 paciente y doctor se encuentran al menos una vez al año para comprobar que todo esté en orden. «A pasar la ITV», ríe Jesús. Son siete años de relación, en la que no ha faltado la confianza desde el primer momento y en los que Jesús se ha convertido en un experto en patologías de la cadera: «El doctor Ribas es muy próximo, divulgativo y he aprendido mucho».

    El doctor Ribas, que realizó las dos operaciones, explica que «Jesús es un atleta y paciente ideal: le dijimos lo que tocaba hacer y jamás dijo nada». Por su consulta, especializada en cadera, han pasado decenas de deportistas profesionales y aunque algunos son más reacios a entrar en un quirófano «ante una patología de este tipo sabes lo que tienes que hacer y no hay más. Es más, si no actúas la progresión es inexorable».

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